domingo, 12 de junio de 2011

¿Quién es un cristiano-neumático?

Hemos comentado lo que es una persona-neumático

y lo que puede significar para un cristiano ser un neumático...

¿Qué define a una mujer o un hombre

que son cristianos-neumáticos?


Un cristiano neumático NO ES:

- El que solamente piensa en la vida eterna,

descuidando la vida terrena.

- El que habla de lo metafísico sin preocuparse de la pobreza,

los problemas políticos y sociales que le rodean.


Un cristiano neumático ES:

- El que vive una experiencia como amigo de Jesús: le escucha,

conversa, interactúa… no es un “amigo imaginario”.

- Un profundizador de esa experiencia de amarlo, de dialogar con EL.

- Un insatisfecho que no queda contento con su vida de fe,

que se exige un poco más.

- Un co-responsable de la Iglesia,

que no espera todo de las “autoridades” de la Iglesia,

logrando encontrar a Cristo en el amor a la Iglesia.

- Un comprometidos con la realidad de su país,

con la verdad y fidelidad de las instituciones.

- Quien busca unir razón y fe, afecto y lógica en su vida de fe,

evitando dejarse confundir con personas,

que como nosotros, pueden ser ídolos de barro.

- El que no “sube al altar al sacerdote”,

evita idealizarlo al punto que le exige lo que no siempre uno da:

santidad las 24 horas, los siete días a la semana.

¿Por qué exigir a otros lo que YO no alcanzo a dar?

- El que trata de superar su propia pobreza reflexiva en su vida espiritual,

que no logra hacer dialogar su pensamiento con su actuar,

con la vida política, económica, con lo cotidiano.


Jesús es profundamente neumático, espiritual, trascendente,

pero a la vez profundamente presente, terrenal y concreto,

denuncia al mal poder políticos,

a los errores de la teocracia judía,

al maltrato y discriminación de los pobres.

Es capaz de entregar su voz crítica a los sacerdotes judios

que traicionaron sus mayores preceptos.


Hoy, este mismo Jesús coloca en nuestros oídos

sus palabras para hacernos reaccionar

y ver por dónde están nuestras “fugas de aire”,

de ese aire que no es otro que la fuerza del Espíritu de Dios

que nos inyecta su fuerza, su amor, su pasión para dirigirnos

al proyecto que desde siempre nos ha invitado:

“Hemos salido de EL y nuestro corazón

estará inquieto hasta que no lleguemos a EL” -como dice Agustín-

Es ese el Espíritu que sopla y llena nuestra vida,

Que nos hace cristianos-neumáticos,

transitando por la vida comprometidos

con la construcción de rutas humanizadoras.

Dios sopla, infla los neumáticos, hincha las velas,

enciende hasta los fuegos más pequeños

para traer vida a este mundo con vientos siempre nuevos.


Nosotros somos el neumático, las velas, las fogata,

que han de colaborar con este Dios que no quiere títeres,

sino amigos cercanos, hijos que reconozcan su paternidad,

mujeres y hombres jugados por la vida humana

que Dios ha donado y cuidado en nosotros.


Nosotros somos el neumático vivo y las velas abiertas

para iniciar el viaje aún en medio de las críticas,

el temporal, la furia de los que nos denuncian

con justa razón por andar con nuestros neumáticos desinflados

y salirnos escandalosamente de la ruta original…


En fin ¿seguiremos llorando sobre lo malo que hemos hecho

o nos decidimos a seguir navegando,

rectificando el rumbo en esta hermosa y santa,

a la vez que pecadora, pobre y crujiente barca?

viernes, 10 de junio de 2011

¿Es usted un cristiano-neumático?


En la última reunión de comunidad algo pasó
que nos dejó a todos con un sabor a fracaso…
El tema pasó a segundo lugar y hablamos ¿sabe de qué?
De eso, el tema del año: la pedofilia en la Iglesia.

Se hizo agotador, discutimos, nos enojamos.
Carlos indicó que con esto el ya no creía en la Iglesia,
Marisol se lanzó en picada contra el párroco
diciendo que no era pedófilo, pero que era un autoritario atroz.
Ximena, por otra parte defendía la santidad de los sacerdotes
y su rol de pastores y nexos entre el cielo y la tierra.
Jano, que observaba pacientemente,
de pronto se convirtió en metralleta:
¡Tenemos que reclamar y exigir a los curas y obispos
que sus prédicas y sus actos sean fieles al Evangelio!
Yo –continuó- ya no confío, he perdido sentido, fe, pasión…

Uf … que reunión más triste aquella –fue mi pensamiento de salida-

Más tarde me puse a pensar en lo ocurrido
y poco a poco fui descubriendo otros elementos:
Fue bueno haber soltado el dolor y las rabias más intimas.
Fue bueno discutir y exponer todo lo que pensábamos…
pero faltó algo: separar la fe de las personas que comenten errores.
Yo no dejo de ver el fútbol por los futbolistas violentos,
no pongo en duda el maravilloso servicio de los bomberos
por dos o tres de ellos que robaron en una casa incendiada.

Mi fe no puede debilitarse por la debilidad de otros.
En la Iglesia siempre han habido hay y habrán malos testimonios
¿Acaso eso debilita la presencia de Jesucristo como Señor resucitado?
¿Acaso eso convierte a la Iglesia en un nido de ratas?
¿No ha sido ella quién nos ha fortalecido en la fe?

Creo que nos falta aire y culpamos a los curas de nuestras debilidades.
YO, USTED, señora, señor, los laicos, somos Iglesia viva
tan vital e importante como el párroco o el obispo.
Somos co-responsables de ella, si pese a que algunos no nos tomen en cuenta.

Pero no siempre nos damos cuenta de la falta de “aire”
en nuestros neumáticos, en nuestra vida de fe
y culpamos al empedrado y a la carretera de nuestra mala dirección.

“Pneumatiko” del griego, es todo aquello
que se relaciona con la vida del Espíritu.
Neuma, proviene de la etimología griega
que significa soplo, aire, respiración, vida.

San Pablo habla del hombre pneumático,
es decir de la persona espiritual,
capaz de abrirse a realidades trascendentes
y de vivir responsable y maduramente su fe.

Una mujer o un hombre que son cristianos-neumáticos
se hacen dueños de sus pasos,
no son guiados de la manos de otros
deciden seguir a Jesucristo por opción, nunca por presión.

miércoles, 8 de junio de 2011

Pare, mire y escuche …




¡Tengo que parar y observar no LA vida,

sino MI VIDA!


¿Tengo empañado el parabrisas

al no tener una visión de futuro?

¿Tengo sucios los espejos retrovisores

al cargar con tanto e insistente mal recuerdo?

¿Llevan suficiente aire mis neumáticos?


Por tanto: ¡Pare, mire y escuche!

Esta frase no es mía ¿La recuerda?

La tomé de un viejo letrero frente a la línea del tren.


PARE:

deje por un momento el torbellino de ideas y tareas,

olvide el que-hacer y vuelva al necesario que-ser.

Deje de correr tras el cargo, el saber más que otros,

el competir por tener un mejor auto, una mejor pinta… pare.

Deja de una vez tu sordera:

detenerse es la única forma de avanzar.


MIRE:

Observe sin apuro y contemple

todos los maravillosos regalos que ha recibido

de Dios, de la Vida, de quienes le quieren.

“Gracias a la vida que me ha dado tanto” –dice la sabia Violeta-

Al detenerse y mirar podrá ver el SENTIDO y la DIRECCIÓN

que hasta hoy le ha dado a su vida.

¿Está contento con eso, va el la dirección que desea?


ESCUCHE:

su propia voz, la voz de quienes le quieren,

lo que dicen los resultados a los que ha llegado.

¿Qué es necesario cambiar, enfatizar o mejorar?


¡Podemos ser una persona-neumático,

hoy, aquí, ahora!


Podemos insuflar ese aire de plenitud a nuestra vida,

podemos ir por la ciudad con los neumáticos inflados

y volver a vivir los sueños que antes nos movían.


Podemos proponernos metas claras, altas, imantadoras

siendo felices al vivir con pasión lo que tengamos que vivir.

lunes, 6 de junio de 2011

¿Es usted una persona-neumático?


Recuerdo un viaje que hacíamos por una larga carretera,

tenía que estar peleando con el volante

y girarlo cada cierto tiempo a la derecha.


El auto se tiraba solo hacia un lado en forma considerable,

tuvimos que detenernos en un Servicentro o bomba de bencina.

Al bajarnos … ¡sorpresa! al mirar los neumáticos.

Uno de ellos estaba prácticamente plano,

eso provocaba el cambio d la dirección del auto

que nos llevaba hacia un lado de la vía que no deseábamos.

Vino el bombero y nos quitó la preocupación…


¡No se preocupe jefe, con un poquito de aire se arregla!

Es increíble como un simple detalle como ese

nos hacía perder el sentido y peligrar nuestro viaje…

un poquito de aire era necesario para dejar alineados

todos los neumáticos y poder funcionar adecuadamente.

¿Y qué pasa con nuestro viaje por la vida?


De pronto vamos por la vida con una rueda desinflada,

Sin desearlo tendemos a irnos por el lado que no deseamos.

Y tenemos que empezar a pelear con el volante,

¿Por qué todo me sale mal, por qué no me entienden?


Y seguimos peleando cada día con el volante,

con la dirección de nuestra vida:

una hora con el sicólogo, otra con el siquiatra…

pastillas de homeopatía, velas azules para la esperanza,

tiramos las cartas, leemos las estrellas,

compramos el último libro con las diez ideas para ser feliz…


¡Y nada, el auto se nos sigue saliendo de la ruta

y nosotros cada día más peleadores con la vida!

Seguimos con ejercicios y la neurociencia,

terapias con la familia, un paseo por la playa

y ahora sufrimos de vértigo y mareos inexplicables,

temor a salir a la calle y encontrarnos con gente …


¡Un tercio de los chilenos tenemos algún grado de depresión!

Y el volante sigue tirando hacia cualquier lado

y nosotros tratando de no chocar y morir en el intento…

y seguimos quejándonos contra lo injusto de la vida...


Sin embargo hemos olvidado lo principal:

No vemos que nos falta aire para una buena dirección,

si no nos detenemos y medimos el “aire” que llevamos,

podríamos seguir por la ruta equivocada.


¿Qué representa el “aire” para ti?

¿De qué “aire” se llena el neumático de tu vida?

¿Qué te hace perder aire en tu vida?

¿Qué situaciones desinflan tu vida hoy?

sábado, 4 de junio de 2011

Fe y Razón: ¿un buen maridaje?


Juntar Fe y Razón en una misma proposición puede parecerle a algunos una contradictio in terminis. Y es cierto que estamos hablando de dos universos distintos. Como diría Wittgenstein, se trata de dos juegos de lenguaje distintos. Sin embargo si seguimos la lógica de Wittgenstein, al tratarse justamente de un juego en el que las piezas pueden ser colocadas en un lugar o en otro según el significado otorgado por el uso que se hace de ellas y el contexto en el que se insertan, podríamos llegar a la conclusión que puede existir algún “aire de familia” entre ambos términos y sus propios universos. Aunque Fe y Razón nos remiten a dos áreas distintas, el hecho que ambas formen parte del universo del ser humano hace que podamos establecer vínculos entre ellas. Más allá de la legitimidad de la Fe que pueda ser puesta en cuestión por un racionalismo a ultranza, al ubicarnos en el orden de la constatación, la Fe tiene su lugar bien ganado. Así ha sido reconocido a lo largo de la historia de la civilización occidental, sobre todo en la tradición cristiana.

Desde los inicios del cristianismo Fe y Razón han sido puestas la una al lado de la otra, tratando de establecer entre ellas un buen maridaje como nos lo muestra el inicio del Evangelio de Juan: “En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. El autor del texto utiliza la palabra griega Logos, que significa Palabra o Discurso, y que también se refiere al ejercicio de la Razón que está ligado justamente al uso del lenguaje. Las dos tradiciones, la filosofía griega y la religión hebrea, unidas en el primer versículo del cuarto Evangelio. Este esfuerzo será una constante en la tradición cristiana. La Razón no tiene por qué estar peleada con la Fe. Al contrario, pueden ser entendidas en complementariedad.

Así lo entendió el autor de la primera carta de Pedro cuando señala lo siguiente: “Siempre ten tu respuesta lista para quienes te pregunten por las razones de tu esperanza, pero bríndala con cortesía y respeto y con una consciencia clara”. Este es el axioma que fundamenta lo que antes se conocía como Apologética, pero que en los tiempos modernos se denomina Teología Fundamental, aquella que busca justamente establecer el diálogo entre Fe y Razón como fundamentos de la Teología. Justamente hablar de teología es hablar de la conjunción de ambos términos, conjunción que no siempre es fácil de entender ni de llevar a cabo, conjunción que en muchas ocasiones es más bien un ejercicio dialéctico, sano ejercicio de cuestionamiento mutuo entre Fe y Razón.

Como dice Etienne Gilson, en la cultura occidental cada capítulo empieza con los griegos. Son ellos los primeros en establecer la diferencia entre mito y razón. Los denominados presocráticos buscaron entender el origen de la naturaleza sin recurrir a los mitos. Y aunque Tales de Mileto señalaba, según Aristóteles, que “todo estaba lleno de dioses”, su razonamiento no estaba guiado por la mitología que reinaba en la religión griega, sino guiado por la razón. El Bien de Platón no es un dios. Los dioses estaban presentes en el pensamiento de Platón, pero estaban por debajo de la Idea del Bien, que es la que gobierna el sistema filosófico platónico. Religión y Filosofía estaban separadas.

La Razón, el Logos, se convierte así en el centro del pensamiento griego. El principio de no contradicción enunciado por Aristóteles en su libro la Metafísica se convierte en el principio que domina la filosofía occidental. Los dioses que todavía pululan en los diálogos platónicos, serán erradicados por el Primer Motor de Aristóteles, el Pensamiento que se piensa a sí mismo, y que tiene rango de Dios. Sin embargo, todavía estamos lejos del Dios cristiano, el Dios al que se puede acceder por la Fe y por la Razón, como lo establecerá siglos más tarde Tomás de Aquino.

El Doctor Angélico es quien probablemente más se esforzó en establecer el vínculo entre Fe y Razón. Pero Tomás es heredero de una larga tradición. No solo los textos del Evangelio que hemos citado nos muestran este esfuerzo. Los Padres de la Iglesia, los primeros teólogos durante los primeros siglos del cristianismo, son los pioneros de esta tarea. En un mundo dominado por el pensamiento helénico, ellos se encargaron de traducir su fe en un lenguaje comprensible para sus contemporáneos. Fue así como se elaboraron los dogmas trinitario y cristológico, en un esfuerzo por expresar aquello en lo que se creía, la fe en Jesucristo y en un Dios uno y trino, en un lenguaje cargado de sentidos y significados de corte filosófico.

El Papa Benedicto XVI ha sido claro al respecto en las diversas intervenciones que ha tenido, incluido su famoso discurso en Ratisbona. El cristianismo es heredero de esta conjunción de fe bíblica y razón griega. Cómo no establecer una relación entre el nombre que Dios le da a conocer a Moisés: “Yo soy el que soy” con la reflexión filosófica elaborada por los griegos sobre el “Ser”. Cómo no entender entonces a Jesús como el Logos, por el que el mundo ha sido creado. Fe y Razón de la mano. Y como lo señala el magisterio en el Concilio Vaticano II, Dios nos es accesible también por la razón.

La historia es larga y hemos dado apenas un esbozo de este complejo tema. Cómo podemos entender hoy este diálogo entre Fe y Razón después del paso de la modernidad, una modernidad que establece claras diferencias, una modernidad heredera del giro copernicano de Kant, que deja a la Fe fuera del acceso de la Razón. Y que más allá de las propuestas de Hegel de tratar de tener una mirada más integrada de ambos espacios, no ha dejado de mirar con sospecha a la Fe. La Razón se erigió en divina por derecho propio, alejada de toda concepción religiosa. El Logos fue puesto en el centro del mundo, pero exento de connotaciones de fe.

Sin embargo, aunque somos herederos de esta modernidad, somos también conscientes de los límites de la Razón, no solo en términos kantianos, sino en términos más concretos como nos lo mostró la segunda guerra mundial, que esa misma Razón erigida en reina del pensamiento occidental, fue llevada a cometer excesos, abusos o incluso nos atreveríamos a decir con el riesgo de caer en la contradicción, irracionalidades tales como la Shoa, el exterminio de los judíos.

La Razón entonces puede ser comprendida hoy de una manera mucho más amplia, de una manera más integrada. La fenomenología ha aportado mucho en ese sentido, por ejemplo el trabajo elaborado por Merleau-Ponty sobre la percepción y el lugar del cuerpo. La Razón no puede ser comprendida solamente como un ejercicio del intelecto, sino como un ejercicio del intelecto comprendido en su integración con el cuerpo y la sensibilidad del ser humano. Hoy en día la razón se ve confrontada a las racionalidades distintas de las diversas culturas.

La Razón tiene un lugar importante en el acceso a Dios. Eso no lo podemos negar. Pero tampoco podemos negar que hay aspectos de la Fe, de la doctrina cristiana, de los misterios de la fe cristiana, que no son comprensibles por la Razón, sobre los que no hay una explicación lógica. Dios mismo, aunque los filósofos hayan tratado de entenderlo y de ubicarlo como el origen del mundo gobernado por las leyes de la ciencia, se escapa de toda comprensión. Dios siempre se mantiene como misterio. La Razón nos puede ayudar a entenderlo. Pero necesitamos de la Fe para creer en El. De la misma manera el ser humano necesita de algo más que la razón para dar cuenta del sentido de su existencia.

AUTOR: Víctor Hugo Miranda S.J.

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