miércoles, 12 de noviembre de 2008

Buscando el rostro verdadero



EL YO MOSAICO.
Paradójicamente, cada persona nace propietaria de un yo, que debería ir descubriendo, tallando en su propia experiencia; sin embargo nos vemos enfrentados a la lucha de crecer adaptándonos a un yo - mosaico que otros han diseñado, bosquejado para cada nacido: allí están los padres, proyectando sus ausencias, lo que cada uno no pudo realizar, aquellos sueños que no tuvieron despertar; están los profesores "modelando" al alumno cual "arcilla" que debe adaptarse a su sociedad, neutralizando la crítica, el cuestionamiento y la inestabilidad... no pocos se dejan manejar por la idea de que mientras más repetitivo y estandarizado sea el proceso educativo, mayor será su eficiencia... y menores las molestias.
Cada día podemos enfrentarnos a la lucha de dos fuerzas: la que desea descubrir el rostro original, aquella que busca liberarse de estucos, de exterioridades, y aquellas otras fuerzas que desean imponer colores y formas sobre la verdadera realidad... loza que se cae nos la vuelven a pegar .
LA SED ETERNA DE SER VERDADERAMENTE YO...
El esfuerzo por estucar y tapar el rostro original necesita de un "pegamento"... ¿qué pegamentos usamos en nuestra realidad? Uno de los más firmes es la traición: esto se ha hecho siempre así", "nuestra familia siempre ha tenido en sus filas a médicos". Otro "pegamento" son los temores sociales: "el qué dirán si..."; otro, la ley del menor esfuerzo: "no te compliques... síguele el juego, no contradigas, no le pongas tanto"... hay variedad de pegamentos.
 Al fin, ¿ qué conciencia podrá cultivar el hombre si somos macerados en la nulidad del yo, en la engañosa pista de "un destino", en el temor de no hacer nada que se salga de lo tradicional, de lo convencional?
¡Ponerse de pie, en sus propios pies.
 Hoy, aquí en mis alrededores, una persona pequeña, comienza a ponerse de pie... aprende sus primeros pasos, tímidos. Cae cuantas veces quiere, se levanta y cae, pero vuelve, pues nació para vivir de pie.
Contra toda fuerza, nació para vivir de pie. Contra todo obstáculo, nació para crecer de pie. Contra toda violencia, nació para relacionarse de pie. Contra toda opresión, nació para morir de pie...en sus propios pies.
 Hoy juguetea alrededor mío mi hija Natalia.  Aprende el arte de ponerse de pie, que va más allá de caminar en dos pies.
 Un día aprenderá que tiene dignidad ofrecida desde su gestación, pero esta dignidad exige que cada persona asuma su dignidad a escala humana, creciendo en conciencia de pasos, amando con gratuidad y responsabilidad, sufriendo con mirada alta, venciendo sin avasallar, buscando con claridad de metas.
 Es la madurez de quien reconoce que sus pasos son suyos y no los de los adultos, proyectados en su ruta. Un día, Natalia, tus pasos te llevarán de pie por la vida, interiormente de pie, con tu verdad libre de mordazas, con tus opiniones sin muletas, con tus proyectos sin componendas.
 Un día, Natalia, veremos cómo ha crecido tu ruta, cómo has conquistado terreno. Un día irás de pie, en tus propios pies, alejándote de la huella paterna, encarnando tu propio proyecto de vida.
 VIRTUD y VICIO ORIGINAL
 Un día llegó a mi ciudad  un predicador ambulante,
micrófono en mano,empezó a decir:
 “Si quieres seguir a Cristo  tienes que renunciar a ti mismo”.
Y continuó:  “renuncia a tus gustos”,
“cuidado con tanta risa, sacrifica tus descansos",
no dejes que tu cuerpo te domine "
“abandona tus deseos,  elige los deseos de Dios...”.
Mal maestro ...
De tanta renuncia  empezábamos a dejar
de ser nosotros mismos.
No nos dijo que renunciar  a Si mismo,
no es dejar el propio yo, sino los yo aparentes,
aquellos que obstaculizan la plenitud de la persona.
Virtud y vicio original
 Todo mal tiene un inicio.
¿Cuál será el mal inicial, el vicio original?
¿Será la desconfianza, madre de toda división y frontera?
¿Será la envidia, hermana del stress y de la competencia desleal ?
¿Será la autosuficiencia, causal del desprecio y atropello de quienes nos rodean ?
¿Será la soberbia, aquel deseo de ser superhombres y aun de autonombramos dioses?
  • El vicio original es el continuo afán por superar la realidad de lo que somos, para adornar externamente, de lo qué no existe en el interior del hombre.
  • El vicio original me lanza fuera de mí, me subordina a buscar lo ajeno y encontrar en él una falsa plenitud adormecida por la inconsciencia.
  • La virtud original es la capacidad para trabajar la autoconciencia, aquella capacidad para abordarse, conocerse y valorarse en el justo equilibrio.
 La virtud original es la fuerza centrípeta que me lanza hacia mi interioridad.
Tomado del libro “Conciencia de Pasos”, Ed. San Pablo, Santiago de Chile, 1995. Autor: W. Elphick D.

martes, 11 de noviembre de 2008

EN SU CENTRO EDUCATIVO ¿SE VIVE LA CULTURA DE LA CAZA O DE LA LABRANZA? (II)


¿OPTAMOS 

POR 

LA 

CAZA 

LA 

LABRANZA?


En la reflexión anterior comparábamos  la cultura de la caza con la cultura de la labranza y como ellas se expresan en nuestra convivencia.

Una está marcada por la eficiencia y el obtener buenos dividendos, en el goce de vencer a los competidores. pues su derrota engrandece su triunfo.

La cultura de la labranza es de acogida,  bienvenida a los distintos, abierta a conocer la realidad del otro. No tiene necesidad de correr tras una presa desconocida y móvil como hace el cazador, la siembra está allí, no corre ni corremos con ella. 

En la cultura de la labranza, ambos, siembra y labrador, tienen el tiempo y el espacio, tienen el silencio y la quietud para creer en la relación que han establecido.

LA COMPLEJA REALIDAD.

En nuestra calles y ciudades no existe una cultura virginal. Es difícil encontrar en estado puro una cultura de la labranza o de la caza. Existen mixturas de unas con  otras.

En la ciudad conviven distintas estructuras de valores, de motivaciones de vida, existen variedades de razones existenciales. En la ciudad existen cazadores y víctimas, existen labradores, semillas y tierra buena.

Es compleja la realidad de la ciudad y del mundo. Una multi presencia de percepciones y de visiones de lo que es la persona humana, permiten que en nuestra calles conviva un Carlos Chaplín y un Adolfo Hitler. 

Ambos responden a esquemas culturales distintos, ambos pisaron nuestra calles y se relacionaron con nuestras sociedades. Ambos entregaron sus ideales y convencieron a millones: llevando a algunos a la muerte, otros a una convivencia humanizadora.

En nuestras plazas y escuelas conviven ambas culturas. En muchos centros educativos se forman cazadores: instruidas mentes llenas de todas las fórmulas para alcanzar el éxito académico y altos puntajes en las pruebas que cuales vallas de salto alto, se esmeran en superar las marcas de sus predecesores. Son cazadores de metas efímeras: corren tras  un puntaje, el mejor estatus, la mayor imagen posible. Son cazadores tras un éxito vacío de la solidaridad, de la apertura a la realidad de los otros y por sobre todo a la propia realidad interior... no hay tiempo para que el cazador piense en si mismo, lo importante es la víctima, el objeto de la carrera, la meta a cazar.

Así como en algunos colegios se instruye  a expertos para la caza, en otros se forman a hombres y mujeres abiertos a la cultura de la labranza:

- Personas abiertas a LA COMUNION con otros, a vivir la humildad de que  no todo depende de mi esfuerzo. El labrador sabe que requiere del agua necesaria, del sol en la justa medida, de los nutrientes adecuados... si falla uno de estos elementos, peligra la cosecha. Se sabe incompleto, sino cuenta con la participación de otros.

- Personas dispuestas a CREER en OTROS y CREER en EL OTRO,  dispuestos a esperar el desarrollo de los otros y a valorar el trabajo colaborativo.

- Personas que traspasan los pragmatismos, para CREER en que existen niveles de trascendencia humanizadora, especialmente en la persona de DIOS, como el gran OTRO.  Sabe descubrir  la obra constante del creador, pero no se queda sólo en los signos, le han enseñado a descubrir en ellos la mano de quien los ha creado.

- Personas que renuncian a la premiación inmediata, que trabajan la espera por lo que desean, que se esfuerzan por la búsqueda de sus metas. El labrador es un canto a la ESPERANZA,  antes de plantar la semilla hace un acto profundo de fe, confía en que esta semilla no se perderá.

- Personas que disciernan, que analicen, que cuestionen. El labrador se abre a la grandeza de la creación, es un investigador de los signos de la naturaleza, descubre en  ella cuando vendrá el momento de la lluvia o cuando será el momento en que esta termina... hoy se requieren personas críticas, que detecten las falencias de los grandes cambios y sean capaces de sugerir caminos humanizadores.

- Personas capaces de PERSEVERAR , responsables de iniciar y terminar una obra. Ningún labrador planta la semilla, pensando en abandonarla.

EN ESTE MERCADO, TRABAJAR POR EL  RETORNO AL VALOR DEL SER HUMANO.

Ciertamente no podemos cambiar el modelo imperante, poca influencia tenemos. Pero nuestra mayor fuerza está en el trabajo de la geografía interior, en la conciencia de que algo anda mal en nuestra sociedad, en que se enfatiza la fuerza de la caza, por sobre la sencillez de la siembra. 

Allí surge la mirada de un colegio humanizador que siempre tiene algo más,  tiene sellada a fuego una determinada visión de persona y de sociedad. Es una propuesta precisa y desafiante que no se tranza en las dinámicas del mercado, no se deja seducir por las exigencias de la “caza educativa”, en donde la persona tiene el riesgo de perder su sentido y alegría de vivir.

La pregunta esencial hoy ¿qué diferencia a nuestro trabajo, respecto de otros que participan en este mercado educativo? ¿Qué aporte específico estamos dando a la sociedad?

No podemos negar el principio de calidad educativa, pero nunca desde la perspectiva del “mercado”, el mismo que Juan Pablo II nominó como “capitalismo salvaje”. La entenderemos como un espacio para potenciar nuestros sistemas de gestión al servicio del crecimiento, de la participación y la comunión de (todas) las personas que conviven en el colegio. Un colegio de Iglesia también busca la excelencia, pero no centra su discurso sólo en las exigencias académicas... va más allá: cuida primeramente su PEI, sus postulados organizacionales, su esencia vital, sus sueños de refundación de la ciudad sobre pilares evangelizadores. Va más allá, analiza las motivaciones de sus profesores, el testimonio coherente, los objetivos, sus contenidos, sus metodologías, la satisfacción de los alumnos y apoderados, su equipamiento, su estilo de gestión, etc.

Esta mirada, es tan distinta a la del mercado. La meta de un colegio humanizador es la plenitud de la persona, la excelencia personal, el desarrollo de sus mejores energías y potencialidades. ¿Es la búsqueda de los mejores aprendizajes y mejores puntajes? También, pero nunca solos, siempre acompañados del desarrollo de las propias competencias y de las potencialidades que cada uno tiene que entregar.

No es la cultura de la codicia (tener y retener).  No es el éxito de la competencia de unos sobre otros, que marca el modelo imperante. Sí, es la competencia contra las limitaciones personales,  contra el bien individual  que anula el  bien común, contra las exigencias de productividad y eficiencia exenta de humanidad. Allí está la integralidad de la educación: personas eficientes, habilidosas, capaces, pero también abiertas desde su interior a la vida plena que surge desde el evangelio.

¿Cómo se expresa la cultura de la caza en nuestros colegios?

Pragmatismo, énfasis en los resultados; competitividad entre colegios, lucha por demostrar que somos mejores que el colegio vecino; marketing fantasioso,  mayor desarrollo del efecto e impacto imediatista; poca paciencia por los alumnos con características especiales (con mayor incidencia del hemisferio derecho, por ejemplo); exigencias de permanencia en el colegio, sobre logro de notas mínimas; expulsión de alumnos repitentes;  sobrevaloración de los ranking (tipo champion nacionales de colegios); temor al futuro económico; discriminación en instancias de ingreso de alumnos.

¿Cómo se expresa la cultura de labranza en nuestros colegios?

 En la pedagogía de la esperanza frente al desarrollo del alumno, fe en el futuro del alumno; evaluación para el crecimiento, no para la medición bancaria, ni para una mirada autópsica; metodologías centradas en el alumno; relaciones colabotarivas entre colegios; ambiente de confianza y acogida; respeto por los ritmos de desarrollo del alumno; paciencia frente al derecho a equivocarse; confianza en que los resultados y la “pruductividad” académica  “son la añadidura” de nuestro trabajo, pero que estarán vacíos si no tenemos una persona con plenitud y sentido de vida;  acompañamiento relevante de los alumnos, partiendo de su vida, de sus necesidades; trabajo por el PPV (Proyecto Personal de Vida), a partir de sus sueños y esperanzas, etc.

EN SU CENTRO EDUCATIVO ¿SE VIVE LA CULTURA DE LA CAZA O DE LA LABRANZA? (I)


¿GENTE DE CAZA O DE LABRANZA?

¿Cómo estamos viviendo al interior de nuestros centros educativos? ¿Somos generadores de ambientes de encuentro y acogida o más bien nos concentramos en el individualismo, la desconfianza, la competencia de unos contra otros?


Lo anterior lo podemos graficar en dos conceptos: ¿Estamos trabajando por una cultura de la caza o de la labranza?  Este puede ser un material que nos ayude a humanizar un poco más nuestra dinámica interna del centro educativo, como también entre los centros en general y de alguna manera se vincula con la reflexiones que hemos redactado sobre la codicia en este mismo blog.

Estamos en el ojo del huracán, nuestra generación está viviendo una de las dinámicas más brutales de todos los tiempos: una época de cambios globales, un tiempo de oportunidades y de incertidumbres, una pugna de principios y valores que van definiendo una nueva forma de humanidad.

Al leer este artículo usted podrá reflexionar cómo este impacto se refleja en las organizaciones educativas, influyendo fuertemente en su propio estilo de acción directiva.

NUEVOS TIEMPOS, NUEVAS DINÁMICAS SOCIALES.

¿Que duda cabe que el mercado está condicionando las acciones que tienen que hacer los colegios? ¿Qué duda cabe que los colegios con altos ideales, incluidos los confesionales, se ven inmersos en un ambiente en donde las propuestas de sus Proyectos Educativos se ven tensionadas y en ocasiones deslavadas?

Los colegios están insertos en  la globalización y sufren el impacto de la irrupción de las dinámicas del mercado.  Allí  la educación tiende a caer en la seducción mercadista que le ofrece sus nuevas estrategias: énfasis en la competencia y la eficiencia, sed por cubrir “nichos” del mercado, pánico a perder espacios de competitividad. Al igual, se ve afectada por sus consecuencias: dinámicas internas competitivas, recelo del cercano, tendencia al trabajo individual, concentración del ser y del poder en unos pocos, exclusión de los débiles o faltos del nuevo ritmo competitivo,  tendencia a centrarse en resultados más que en procesos,  diseño de nuevas “estructuras invernaderos” que nos limitan a resolver “mis” problemas , reducción de la tolerancia por los ritmos individuales, estandarización del logro de metas,  trastoque o adormecimiento de valores, etc.

El mercado asfixia, mata y expulsa a quienes no logran competir y tener éxito en sus dinámicas. Casi siempre los pobres no llegan en esta carrera. Entendemos por “pobres”, aparte de los sociológicos, a los académicamente pobres, los disrruptivos, los desaptados,  los que cargan problemas de adaptación, los menos agraciados, etc.

En este contexto se requiere de la utilización de las dos manos del Evangelio: Sean pacientes como palomas y astutos como serpientes. Esta astucia nos debe llevar a discernir los signos de los tiempos, a cuestionar profundamente los cambios culturales que vivimos, un diálogo sin restricciones sobre la vivencia de nuestra identidad y de nuestra gestión directiva, que nos hagan actuales y permanentes nuestras razones fundacionales de ser colegios efectivamente que trabajan por el desarrollo de la integralidad del alumno, atentos, vigilantes a dar testimonios de ser profetas que anuncian la Buena Nueva en la educación y que denuncian todo lo que provoca una distorsión del sentido educativo producto de esta visión economicista y productivista de la gestión de un centro educativo en que nos vemos inmersos.

VIVIENDO LA CULTURA DE LA CAZA.

El cazador (del latín cazar= captiare, captare, coger) es quien busca y sigue a sus victimas para darles caza usando la técnica de la sorpresa y la violencia para coger a su presa y matarla.

El ritmo del cazador es  impaciente e instantáneo. En el momento de poner la bala sobre su víctima, obtiene un producto crecido y maduro, listo para llevar a la cocina y a la mesa.

Un cazador no se preocupa del ritmo del crecimiento de las aves a las cuales caza, le basta encontrarlas y atacarlas.

La cultura  de la caza se expresa en la competitividad, agresividad y en niveles crecientes de violencia. En nuestros ambientes fácilmente se pasa de una “competitividad profesional” hacia ejecutivos “agresivos” capaces de vencer en la jungla de los negocios cada vez más  exigente.

Esta cultura es pragmática, para ella importa lo  inventariable, lo tangible. Ha hecho de la frase “más vale un pájaro (MUERTO) en la mano, que cien volando”, el motivo central de su filosofía, logrando reducir así ,  su capacidad soñadora, su facultad para creer y esperar.

La cultura de la caza es la cultura del movimiento, del vértigo, de la angustia del tiempo. Requiere trasladarse, y correr, requiere consumir kilómetros en un breve tiempo. Luego debe esconderse hasta encontrar el momento adecuado para coger su presa. Esta cultura perdió la capacidad de vivir el OCIO, el que vive el hombre capaz de percibir su entorno y de mirar y ad-mirar lo que le rodea. Está preocupado sólo del NEGOCIO (neg-ocio, negación del ocio), de la productividad y la eficiencia.

La cultura de la caza vive de la superficialidad, no establece contacto con el ambiente por el que corre, no tiene el tiempo para crear lazos. Su signo es la capacidad para pasar por las personas y las cosas, sin detenerse ni vincularse.

Un rasgo brutalmente explícito de esta cultura es la necesidad que se experimenta por la inmediatez del producto, se trabaja con insumos, los cuales se tratan de recuperar prontamente. La instantaneidad de los resultados ha llevado a incentivar el logro de los fines, desantendiendo la coherencia de los medios: la norma es llegar a los resultados a cualquier costo y con todos los medios a los cuales se pueda acceder.

En la cultura de la caza, la eficiencia está marcada no sólo por el hecho de usar bien los recursos y obtener buenos dividendos, sino en el goce de vencer a los competidores y mostrar sus errores, pues su derrota engrandece su triunfo.

POR EL DESARROLLO DE UNA CULTURA DE LA  LABRANZA.

El labrador (del latín laborator, laboratoris) es quien trabaja la tierra y el cultivo de los campos o sementeras, es el hombre o la mujer que ha desarrollado su capacidad de creer en la semilla. Es el hombre de la ESPERANZA en que sus trabajos brindarán los resultados que espera. Cree, aún sin ver el fruto de su siembra.

La cultura de la labranza o de la siembra se expresa en la capacidad soñadora. Quien planta una semilla está obligado a esperar y en ese tiempo está llamado a creer en el bien que traerá esta nueva simiente.

Quien labra la tierra se hace responsable del proceso, cuida, acompaña el crecimiento.

El crecimiento del fruto no es instantáneo, la planta madre debe vivir distintos procesos: primero un pequeño almácigo, luego será llevada a la siembra en la tierra grande, después saldrán los brotes pequeños. Un día serán fuertes, crecerán junto a las hojas y las flores... hasta llegar a la etapa del fruto que se entrega generoso al final de un largo proceso.

 La cultura de la labranza se expresa en medio nuestro cuando se vive el respeto por los ritmos individuales de cada persona: cada paso en su momento y en su lugar.  No se pueden saltar etapas, existe un ritmo natural que se debe respetar. Quien vive esto, aprende a esperar de cada persona la respuesta en su momento, confía, ESPERA que llegue el tiempo en que el otro dará los frutos  de madurez que esperamos.

La cultura de la labranza es la cultura de la acogida, de la bienvenida a todos los afuerinos, a los distintos. Los que participan de ella se dan el tiempo para conocer la realidad del otro, no hay necesidad de correr tras una presa desconocida y móvil como hace el cazador, la siembra está allí, no corre ni corremos con ella. 

En la cultura de la labranza, ambos, siembra y labrador, tienen el tiempo y el espacio, tienen el silencio y la quietud para creer en la relación que han establecido.

lunes, 10 de noviembre de 2008

UN TESORO MAYOR: APRENDER CADA DIA.












LA SABIDURÍA DEL CAMPESINO.

Estando de campamento scout, con un grupo de jóvenes intentábamos en vano encender unos palos para abrigarnos.  Cada uno aplicaba una técnica distinta, unos con un tarro al medio, otros con rollitos de diario, otros con una ventolera que nos ahumaba a todos.
A lo lejos nos observaba un campesino viejo, se nos acercó lentamente y nos dijo con sencillez: si quieren hacer eso, primero deben "alumbrar" los palos.
  

¿Qué es eso de "alumbrar"?, pensé en silencio.
La cosa era simple: "alumbrar" nos demostró el campesino, era prender primero ramas y palos pequeños, con ellos se podría encender los grandes.
  ¿Qué simple, no?  Claro, después de la batalla que habíamos entablado, la cosa de "alumbrar"  primero la leña era simple y obvio.
Todos los del grupo aprendimos la lección, aprendimos
  un nuevo concepto, aprendimos de la sencillez del campesino.

APRENDER DESDE LA POBREZA Y LA HUMILDAD.

El soberbio poco aprende, aprende quien es capaz de reconocer sus limitaciones y pobrezas. Así se aprende cada día. Deslumbrantemente cada día.

Ciertamente se aprende cada día y por tantas fuentes que a veces no nos damos cuenta o no las valoramos.

Se aprende en la escuela, pero también en el trayecto, se prende en el baile, en la fiesta en la oración, en el chiste y la alegría, se aprende mirando el kiosko del diario, se aprende haciendo las tareas con los hijos.

Se aprende al conocer a una persona que nos relata nuevas historias, al encender la televisión (pero sin apagar nuestra cabeza), al caminar y observar los árboles, al discutir y tratar de llegar a acuerdos. Se aprende escuchando a nuestros hijos, observando sus fotolog y comentándolos con ellos.

Se aprende al comprar un libro, aunque sea usado y recordar cosas antiguas que nos enseñaron y también aprendiendo cosas nuevas para hacer mejor nuestro trabajo.

Se aprende a caminar por veredas nuevas y descubrir ese edificio que nos estaba esperando hace más de cincuenta años.

Se aprende en el trabajo, cuando proponemos formas nuevas y simples de hacer las cosas, bajando los tiempos, atendiendo mejor a las personas.

Volviendo al ejemplo, el campesino podría haber recibido una mala respuesta nuestra: oiga déjenos hacerlo a nuestro modo... acabamos de terminar un curso sobre técnicas de campamento.   Sin embargo aplicamos el criterio de "adaptarnos" a sus propuestas: lo escuchamos, valoramos sus palabras, reconocimos nuestros errores y actuamos de una forma nueva... fuimos capaces de aprender una nueva forma de  solucionar  un viejo problema.

Si usted mira en lo cotidiano, podemos vivir aprendizajes desde que nos levantamos. Para que esto sea posible debemos tener una ac-ti-tud favorable para aprender con los otros.

Esta ac-ti-tud se manifiesta en la propia capacidad para:

-       criticar nuestras viejas formas de hacer las cosas.

-       No tener miedo a aprender nuevos procedimientos, arriesgar, inventar, proponer nuevas formas de resolver problemas antiguos.

-       Estar abiertos al cambio, tener la capacidad para aprender algo nuevo  y cambiar.

-       Ser flexibles, adaptarse a la realidad, pero también tener la decisión de cambiar aquellos aspectos que atentan contra la calidad de la vida humana.

-       Comprometernos a que podemos aprender cada día.

  Y USTED: 

Aprender cada día, es la lección número uno del crecimiento personal. ¿Qué aprendió ayer?  ¿De quién lo aprendió? ¿Es capaz de valorar la enseñanza de otros, aún de un desconocido o alguien más sencillo que usted?

 VEÁMOSLO EN LA FAMILIA:

-            Es mejor insistir en que los hijos "aprendan", permítales vivir experiencias de aprendizaje controlado, en vez de nosotros insistir en "enseñarles", en repetir la desiderata cada día.
-            Cuando hablamos menos, nuestros hijos se abren más, nos ven como actuamos o al menos como deseamos actuar.
-            No hay mejor escuela (y la familia es la primera) que aquella que silencia los discursos para dar paso al diálogo, al descubrir en conjunto.
-            Si usted "reta" o reprocha al hijo por haber errado en su actuar, se está generando un ladrillo más para su encierro.  Más importante que el "reto" es motivar en él una reflexión profunda  sobre sus actos, un discernimiento personal. En esto propóngase darle preguntas, más que enseñanzas… la mejor forma de aprender es que cada uno descubra el modo de actuar ( a partir por cierto de orientaciones, de preguntas para su discernimiento).
-            Si él no concluye que lo hecho es negativo, de nada servirán los análisis y retos de los adultos.  En la propia reflexión está la solución. Tenga paciencia… vuelva a tomar el tema en un par de días.
-            Si valoramos el aprendizaje de nuestros hijos, deberemos darles algunas "ventajas":  El tiempo para que aprenda, saber esperarlo, no perder la paciencia tras sus fallos; el derecho al error, a equivocarse y aprender en cada intento fallido y la confianza de que será capaz de nuevas formas de relacionarse y de crecer. 

viernes, 7 de noviembre de 2008

Nueva reflexión sobre la codicia


QUERIDO WINSTON

Te agradezco el envío de la presentación sobre la codicia en la convivencia humana.

 Me parece igual que a ti, que hay que ponerle reflexión a esto de la codicia

 Muchos, como el lamentable artículo que citas, simplifican la conducta humana y animal como si fuera una búsqueda insaciable de tener más.

 En primer lugar no es cierto que la conducta humana o incluso animal, se trate sólo de tener y obtener más, eso es desconocer mucho de lo investigado sobre nuestra naturaleza.

Los humanos nos distinguimos, en particular de los chimpancés, en tener una conducta más sociable y altruista, propicia a compartir incluso sin recibir nada a cambio.

Esta ha sido una ventaja competitiva decisiva de la especie y de las sociedades exitosas.  De otra manera no habríamos sobrevivido todo lo que la especie fue capaz de soportar.  Lo mismo es cierto de las sociedades sanas.   

Ojalá la Iglesia difunda estos datos en sus colegios, como el programa emitido recientemente por el National Geographic Channel sobre la característica altruista de los humanos comparados con chimpancés.

 Lo segundo, es necesario distinguir mandamientos de Dios y virtud, y no confundirlas con el vicio y el pecado capital:

Lo que se ignora en la entrevista,  es la diferencia entre una conducta buena y deseable, como el obtener ganancias de su trabajo y mejorar la vida propia, de su familia y de muchos, (donde se expresan virtudes de la laboriosidad, de la persistencia, del esfuerzo), con el vicio de la ganancia a costa de la verdad y la honradez que es la codicia.

Cuando el hombre por su trabajo, llena la tierra y la domina, la hace fecunda y la pone a su servicio, no hace más que cumplir con el mandato de su creador (Gen 1, 28 - 31) y en ningún caso comete pecado.

Cuando el hombre desea ardientemente crear riqueza, generar una vida mejor para sí y los suyos, dejar huella, crear y dirigir emprendimientos, está manifestando otra vez la semejanza a Dios que el Creador puso en él (Gen. 1, 26).

Me temo que tenemos que disculpar al autor de esas afirmaciones porque debe haber tenido una lamentable educación moral que lo lleva a confundir vicio con virtud.  De pasada da la peor imagen de los empresarios.  

Creo que los cristianos nos hemos hecho responsables por mucho tiempo de destacar más los pecados que lo positivo de la conducta humana, en particular respecto al amor, el trabajo y la economía.

 Sugiero que enfrentemos con fuerza esta nueva barbaridad, aprovechando de mejorar nuestras propuestas de virtudes, siguiendo a Jesús que decía que las virtudes son motivos y caminos a la alegría y también a Aristóteles que decía que son caminos a la felicidad

Algo ha pasado en la educación y la predicación católicas que las personas creen que la virtud cristiana es siempre restringirse y negarse, en lugar de desarrollarse, crecer y multiplicarse.

 Propongo que revisemos la manera como educamos en las instituciones educativas católicas, en la predicación y en la liturgia, para evitar que personas de origen y educación cristiana lleguen a pensar que para desarrollar las personas, la sociedad y las empresas, sea necesario caer en la Codicia, o sea, pecar gravemente contra todo lo que Dios quiere.

 Ha pasado en algunas sociedades de gran influencia católica que han tenido una vena de emprendimiento menor que sus vecinos protestantes.  No es el caso de Italia pero si lo fue de Quebec, sociedad de raíz católica, latina y monárquica, luego bajo gran influencia anglo sajona y protestante, con un desarrollo político democrático muy estable (¿alguna semejanza con Chile?).  Hasta la Revolución Tranquila de los años sesenta, pocos católicos de Quebec eran empresarios.  Pero en los años sesenta se sacudieron esa limitación y empezó una ola de emprendimiento e innovación que llegan hasta nosotros, en iniciativas como el Cirque du Soleil y muchas otras.  Lo lamentable es que la Revolución Tranquila incrementó el emprendimiento pero llevó a una caída en la participación en la Iglesia.

 

Veamos cómo podemos motivar el entusiasmo y las virtudes de la generosidad y la perseverancia, propias e indispensables para el emprendimiento.  El emprendimiento también requiere otras conductas altruistas, como el cultivo de redes, el compartir y tomar riesgos, apoyar a otros que emprenden iniciativas riesgosas, etc.  

 

Emprender, crear riqueza, innovar, crear empleo, ampliar las posibilidades de las personas y la sociedad son básicamente virtudes, esto es, cumplir la voluntad de Dios para nosotros.

 Sabemos por experiencia y por el Dogma del Pecado Original que toda la conducta humana puede ser dañada por el pecado.   De esta manera la creación de riqueza, lo mismo que la creación de la familia por el amor, pueden transformarse en conductas destructivas.  Esto cada uno de nosotros lo experimenta en su propia vida.  Se puede a veces transformar la generosidad en codicia y entonces se siembre la desconfianza, se hace más difícil la innovación, se malgasta el capital social.  O se transforma el amor en egoísmo o lujuria.  Todo esto puede pasar y se puede reparar. 

 Pero el amor y la creación siempre serán en primer lugar, participación a la Creación y el Amor Divinos.

 Gracias de nuevo

un abrazo

 FRANCISCO JAVIER TRONCOSO

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