- Reaccionan
de forma agresiva si alguien contradice alguna de sus opiniones o
comentarios. Siempre es dueño de la verdad.
- Le
otorga una notoria importancia a su aspecto físico, convirtiendo a su
cuerpo, en un verdadero objeto de culto.
- Si
percibe que uno de sus seguidores o amigos obtiene muchos elogios o “me
gusta” por alguna foto u opinión, tratará de devaluarlo de forma
inmediata, con comentarios venenosos y malintencionados. O simplemente lo
ignorará. Es que la envidia le corroe el alma y no soporta el éxito de los
demás.
- Le
gusta castigar al otro, a través de la indiferencia (tratamiento
silencioso). De esta manera, ignorará a la víctima, siendo frío y
distante, mientras interactuará públicamente con amigos comunes, siendo
excesivamente amable con ellos. En general, utiliza esta técnica de
manipulación, para llamar la atención de una determinada persona, que no
entiende bien por qué sólo ella es ignorada.
- También
manipulará a sus conquistas o pareja a través del castigo de la triangulación.
Por ejemplo, si está molesto/a con su novia/o, comenzará a seducir
descaradamente a otras personas, sabiendo que el otro está presenciando en
línea este comportamiento. Si recibe quejas de su pareja, lo negará todo,
acusándola de ser extremadamente celosa.
- Si
ofende a alguien, nunca pedirá disculpas ni pública ni privadamente.
- Controla
cada paso que da su pareja en las redes sociales, exigiéndole
explicaciones por cada uno de los comentarios y fotos que haga. No
permitirá, tampoco, que se haga de nuevos amigos sin su consentimiento.
- Le
gusta victimizarse con frases del tipo “Qué injusta es la vida”, pero no
responderá a ninguna de las consultas de sus amigos o seguidores, dejando
así la intriga.
- Le
gusta provocar a los demás con comentarios políticamente incorrectos, ya
sea de índole racial, social, sexual o de género. Goza generando polémica.
- Todos
los códigos de comportamiento que le exige a su pareja en redes sociales
nunca aplicarán para él/ella. Y pobre de que su novio/a le exija lo mismo,
porque a este tipo de personas nadie la controla.
10 pistas para detectar a una persona tóxica en las redes sociales
Desintoxicación Digital ¡ya! Cinco ideas para hacerlo de forma inmediata
1. CÓRTELA DE UNA.Decida en que momentos SE DESCONECTARÁ del uso del celular o móvil, por ejemplo a la hora de cenar o comer con amigos o en casa.No encuentro nada más ofensivo y ordinario aquellos que en esos momentos están cabeza gacha, enviando boludeces… si señor. No sea superficial, fantoche, no venga a hacerse el personaje ocupado...Junto con ocultar el celular, silencie a ese monstruo que exige el 100% de nuestro tiempo. ¿Una hora desconectado causará un daño mortal? ¿Quién se ha muerto por ello?2. LLENE SU TIEMPO LIBRE CON OTROS MEDIOS.Es típico que rato libre que tenemos, lo llenamos con el uso del teléfono y sus redes… eso nos vuelve adictos a su uso como compañía, entretenimiento, turismo, distracción.Es la muleta del ansioso, hiper ocupado, aburrido… ignorante de no tener otros medios distractores, como un libro pequeño, una revista de actualidad, un momento de silencio y contemplación de su entorno, por ejemplo… claro que así se “desperfila” su imagen de persona inteligente y ocupada (sobre todo en la contemplación… ¿qué es eso?, podría pasar por bobo o voyerista).Si intenta lo anterior, sea valiente, persevere, evite el movimiento involuntario de buscar el teléfono, o de sentirse que no está haciendo nada… es la dependencia, las compulsiones de los hábitos adictivos y los síntomas de abstinencia...3. SEA EDUCADO.No tome su teléfono cuando está reunido con alguién… es como mirar la hora en una conversación, así solamente proyecta una idea: ¿A qué hora terminará este latoso?Todos lo hacen, dirá usted, ahhh, pues la razón es simple, todos lo aceptamos como normal, pero hay barbaridades que se “normalizan” y que deben empezar a ser rechazadas, volviendo así a una cultura de mayor respeto por la audiencia que tenemos al frente… escuchar con la mirada, las manos, el cuerpo entero.
4. CREE ACUERDOS DIGITALESInvite a sus amigos a que cuando se junten (no por trabajo) que nadie use su teléfono… algunos lo hacen con consecuencias graves: al llegar al restorante, dejan al medio los celulares en silencio y el primero que contesta, pagará la cuenta. Eso nos desintoxica digitalmente en el acto.5. DEFINA TIEMPOS LIBRES DE TECNOLOGÍADefina un tiempo no transable libre de pantallas, sean telefónicas, pc, tablets. Haga de cuenta de que está en audiencia Papal o con visita médica… frente al proctólogo en imposible watsapear la experiencia que está viviendo… En ese tiempo hable en casa, lea un libro, haga jardín, camine en su barrio, ejercite yoga, una clase de pintura, cocina, cerámica, vaya a saludar al vecino… en fin, desintoxique un par de horas.
Padres agradecen la expulsión de un niño autista... uffff
Tras la polémica, Paola, madre del niño afectado habló con el canal de noticias TN, donde aseguró que su hijo “se puso muy mal. Extraña a sus compañeros, él tiene a su mejor amigo en el curso”. La familia del afectado está recibiendo asesoramiento del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), y cuando fue consultada la madre sobre las acusaciones que apuntaban que su hijo tenía actitudes violentas, declaró que “hay situaciones que se dan en el juego, algo propio de los chicos. Pero si es mi nene, se trata de un asesino serial; si es otro, hay que entenderlo, son varones, juegan a lo bruto”.
La madre afirmó además que los padres en julio habían realizado una huelga para que expulsaran a su hijo. “Los papás no mandaron a sus hijos a la escuela porque decían que no les parece bien que compartan el aula con mi hijo”, dijo al medio, agregando de paso sus sensaciones tras el chat que se filtró: “El chat de los padres me dio vergüenza ajena (…) No me llamó ninguna para pedirme disculpas. En vez de aceptar que se equivocaron con el festejo, quieren justificarlo”.
Fuente: Diario La Hora, Argentina, 4 sep 2017
La carta del profesor uruguayo que conmueve al mundo de la educación
Con mi música y la Falacci a otra parte
Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez.
No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún
día a dictar clases en una licenciatura en periodismo.
Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.
Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante
muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa
de recibir selfies.Claro, es cierto, no todos son así. Pero cada vez son más.
Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de
lado durante 90 minutos –aunque más no fuera para no ser maleducados–
todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya
desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero
hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo
ofensivo e hiriente que es lo que hacen.
Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo
ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.
Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en
20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no
tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo
estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les
pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde
el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?
¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!
¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.
Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es
como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no
existen los vegetales.
Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos.
Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó
de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más
o menos lo mismo.
No quiero ser parte de ese círculo perverso. Nunca fui así y no lo seré.
Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible.
Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase
grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso
a un témpano.
Este año, proyectando la película 'El Informante', sobre
dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el
salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook.
¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que
aguantarme las lágrimas!
También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri. Toda la
vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente:
primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de
las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana
se sentó frente al dictador.
Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de
una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: "¡Si quieren
venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!".
Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la
mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.
Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.
Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Ellos querían que terminara la clase.
Yo también.
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