(Carta al Director Diario El Mercurio
20 agosto 2017)
Señor Director:
Para la mayoría de los países avanzados, su visión de futuro se está apoyando en la formación en sus estudiantes de un conjunto básico de habilidades para la vida, tales como pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas complejos; actitudes como colaboración, curiosidad y capacidad de asombro; e inclinaciones personales como tolerancia a la ambigüedad y persistencia.
En estas escuelas innovadoras del siglo XXI, el principio esencial es enseñar menos para aprender más. En cambio, en Chile seguimos pegados en el paradigma del aula pasiva, sobrecargada de contenidos independientes entre sí y descontextualizados, con el profesor dictando y el alumno copiando para posteriormente repetir, y ojalá responder test estandarizados que por definición no pueden medir estas habilidades. Para peor, lo hacemos en casi el doble de horas de clase anuales que el promedio OCDE. Una agotadora jaula de ardillas para profesores y alumnos.
A pesar de todo este esfuerzo, cerca del 40% de los egresados de la educación superior no logra siquiera una comprensión lectora y aritmética adecuadas, después de 16 años de escucha pasiva y aburrida. El desperdicio de capital humano es inconmensurable.
Las soluciones, como tutoría entre pares o aprendizaje basado en proyectos, no requieren legislación ni grandes recursos. Solo requieren alivianar la lápida de restricciones burocráticas, inspecciones y sanciones que aplasta a diario a las escuelas, y la decisión política de avanzar decididamente por esta ruta. En nuestra experiencia en 32 escuelas de La Araucanía y la Región Metropolitana, son los propios profesores y directivos, así como apoderados y alumnos, los más entusiastas en adoptar estos nuevos enfoques. Sus testimonios emocionan.
Cada año que pase sin masificar estas soluciones será otro año perdido para las personas, el país, su productividad y competitividad internacional.
Mirentxu Anaya
Mario Waissbluth
Educación 2020
Para la mayoría de los países avanzados, su visión de futuro se está apoyando en la formación en sus estudiantes de un conjunto básico de habilidades para la vida, tales como pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas complejos; actitudes como colaboración, curiosidad y capacidad de asombro; e inclinaciones personales como tolerancia a la ambigüedad y persistencia.
En estas escuelas innovadoras del siglo XXI, el principio esencial es enseñar menos para aprender más. En cambio, en Chile seguimos pegados en el paradigma del aula pasiva, sobrecargada de contenidos independientes entre sí y descontextualizados, con el profesor dictando y el alumno copiando para posteriormente repetir, y ojalá responder test estandarizados que por definición no pueden medir estas habilidades. Para peor, lo hacemos en casi el doble de horas de clase anuales que el promedio OCDE. Una agotadora jaula de ardillas para profesores y alumnos.
A pesar de todo este esfuerzo, cerca del 40% de los egresados de la educación superior no logra siquiera una comprensión lectora y aritmética adecuadas, después de 16 años de escucha pasiva y aburrida. El desperdicio de capital humano es inconmensurable.
Las soluciones, como tutoría entre pares o aprendizaje basado en proyectos, no requieren legislación ni grandes recursos. Solo requieren alivianar la lápida de restricciones burocráticas, inspecciones y sanciones que aplasta a diario a las escuelas, y la decisión política de avanzar decididamente por esta ruta. En nuestra experiencia en 32 escuelas de La Araucanía y la Región Metropolitana, son los propios profesores y directivos, así como apoderados y alumnos, los más entusiastas en adoptar estos nuevos enfoques. Sus testimonios emocionan.
Cada año que pase sin masificar estas soluciones será otro año perdido para las personas, el país, su productividad y competitividad internacional.
Mirentxu Anaya
Mario Waissbluth
Educación 2020