Desde la investigación aplicada para sostenibilidad, creo que la Soberanía
Alimentaria constituye un punto de encuentro, debate, aprendizaje colectivo
y en definitiva una ventana de oportunidad para dotar de espíritu crítico y
aplicabilidad a nuestras investigaciones en temas ambientales, de manera
que sean útiles para el conjunto de la sociedad y contribuyan a una sostenibilidad real, ecológica y social.
La investigación, como los alimentos, la hacemos realidad mujeres y hombres, a menudo invisibles, pero que creemos en
la posibilidad de transformar el mundo con nuestro trabajo.
La Soberanía
Alimentaria es para mí, como ecóloga, investigadora y ecologista militante, es la manta que, mientras tejo, mantiene el calor de mi motivación y me une a personas de todo el mundo ocupadas en seguir tejiendo esa misma trama
para alimentar al mundo con el calor de la tierra.
La Soberanía Alimentaria es la idea que me faltaba para cerrar el círculo,
para ordenar la ensalada de conceptos que se han ido incorporando a mi vida.
Estoy por el decrecimiento,
pero a la vez siendo consciente de cómo consumo,
y dónde pongo el dinero que no puedo evitar gastar.
Me interesa la permacultura, pero no como salvavidas personal,
sino como forma de reconciliación con el medio,
como una forma viable de seguir adelante.
La ecología no es un deber, o una moda.
Es el resultado de la comprensión y el respeto de los procesos naturales.
Respeto la lucha antiglobalización,
pero no por miedo a un fantasma que acecha, sino conociendo ya,
y cada día un poco más, cómo la globalización afecta a todos los seres.
Colaboro en cooperación internacional, pero no aportando algo de dinero.
De repente mi participación diaria ayuda
a ir cambiando los circuitos comerciales, restituyendo el orden perdido,
mejorando las condiciones de las personas en los países del sur, del norte, este y oeste.
Trabajo en colectivo, en un proyecto que considero sencillo y necesario.
Hago las tareas que me corresponden en el grupo de consumo,
asisto a las asambleas, intento participar en las propuestas,...
Y poco a poco he conseguido que esa acción rutinaria e inevitable de comprar comida,
se convierta en una forma de tomar conciencia
de las posibilidades que ofrece el trabajo conjunto,
de lo difícil que es organizarse sin líderes,
de lo importantes que somos cada persona en un colectivo...
Inés Payá. Activista.
Grupo de Consumo L’Alficós