¿VOLVER A LAS VIEJAS CERTEZAS?


Necesitamos certezas para vivir, no todo puede ser cambio, traslado permanente, giros, vértigo, componendas, negociaciones, destrezas giratorias, incertidumbre.
Todo peregrino que inicia una marcha tiene claridad del camino que ha de andar, lleva instrumentos que lo sitúan, le orientan hacia donde y por donde dirigirse. Carga una historia, sueños, bagaje, valores que le mueven y que son sus mapas y cartas de navegación.
Todo esto le permite seguir su ruta por medio de opciones y decisiones que debe tomar de acuerdo al contexto y sus ideales.
LA RUTA DEL QUE INVENTA.
También se puede seguir la ruta del que parte bajo la premisa de que “en el camino se arregla la carga”, “ya lo veremos, hay que vivir el momento”… azar, intuición, instinto, respuesta emergente… Esta es la ruta que anula las certezas, podría resumirse como que “la única certeza, es que no existen las certezas, todo es casual”. Uf, me dan tiritones cuando lo pienso ¿podría vivir sabiendo que soy simplemente un ser nacido de la nada, que se dirige a la nada? Al menos, yo no podría vivir así.
Pese a lo complejo que puede ser vivir, pese a los temores, tristezas, depresiones, siento que mi vida tiene una riqueza enorme, precisamente porque no es un invento mío, no es una creatidad de cero, sino un conjugar distintos elementos que recibí para ir poco a poco creando este proyecto que soy yo mismo.
Un tiempo caminé a tientas, como deseando avanzar y correr para llegar ¿a dónde? Al lugar que yo creía estaba el éxito y el poder… como un pobre gusanito del bosque, creía que mordiendo sus raíces, podría voltear el enorme alerce…
Vinieron también a mí los suministradores de certezas, aquellos que nos encierran en dos o tres verdades, nos encriptan y nos hacen miembros de grupos o sectas ajenos a la realidad. Entre otras cosas me dijeron, por ejemplo que “quien obedece nunca se equivoca” (siempre que les obedeciera a ellos), “nosotros te daremos las certidumbres que te han negado”, “olvídate de todas tus verdades anteriores, están todas erradas”…
LA RUTA DEL QUE DESCUBRE.
Al poco andar, me encontré con un italiano profeta y profe, que me abrió a otra opción, la de aquellos que no se sienten “inventores” de su vida, sino que “descubren” la vida a la que están llamados. Allí mi libertad, responsabilidad, autonomía, afectividad, capacidad racional y de acción se pusieron al servicio no de “mis ideas”, sino de las ideas de aquél que estuvo diseñando desde la eternidad mis pasos y mi vida. Descubría así que mi vida tiene un brillo muchísimo mayor, que respondo a un Padre-Madre que ideó para mí todos los escenarios en que me correspondería actuar.
No soy un niño o un títere en sus manos, no me cabe duda que las opciones en mi vida, que han ido concretando este proyecto de vida, han sido tomadas desde mi plena libertad, desde mi plena conciencia y adhesión, desde mi plenitud y alegría.
No me relaciono con un Dios que es un amigo imaginario, no lo he creado yo, El se ha acercado, El me encontró y quiso acompañarme en este descubrimiento de la hoja de ruta personal. Yo lo acepté, hicimos un pacto eterno, decidí entregarle mi vida entera, mi alma entera, para que fuese mi Dios único y yo su hijo predilecto.
EL DESVANECIMIENTO DE LOS HITOS.
Un hito es una señalética, un poste que señala una dirección en los caminos o los límites de un territorio.
Creo que nuestra época sufre de un fuerte desvanecimiento de hitos sociales, espirituales, valóricos. Es como viajar en noche de bruma o neblina, cuesta ver las señales del camino y se corre el peligro de salir de la pista.
Inestabilidad, permutabilidad, cambio de las bases de la vida familiar, laboral y personal, son signos de este desvanecimiento de los hitos.
Pareciera que existe un deseo expreso de evitar pensar en el futuro, más bien nos motiva el “Carpe diem” de los romanos, el atrapa el momento, goza hoy que mañana morirás… hay una irrazonable incapacidad para imaginar el futuro de mi vida, la orientación que deben tener mis pasos, el asumir las crisis y los cambios en un contexto de Proyecto Personal de Vida (PPV).
Cuando se asume la opción de trabajar el PPV, se opta por descubrir las prefigura de una vida que estoy por vivir, no es mi vida actual, pero estoy en proceso de descubrirla y construirla activamente.
Ciertamente existen fantasmas que nublan la razón y los afectos. La crisis y los cambios vertiginosos no facilitan la reflexión y el tiempo para buscar lo que no tiene asidero práctico, presencial, temporal, “real” y tangible… se tiende a pensar de que el futuro y el “proyecto” de vida es algo “irreal”, que se hace sólo, que no es necesario pensarlo tanto, sino vivir “el día a día”.
LA MIRADA DE CAMBIO Y DE FUTURO.
El ser humano no se puede entender con una vida solamente anclada en el presente y en lo temporal. Somos esencialmente seres de “agua”, de un componente eminentemente transformable, en gas, en calor, en energía, en lluvia, en cosecha.
El ser humano, como todos los animales duerme, pero es el único animal que sueña. Allí está nuestro gancho con el futuro, no nos instalamos en el sólo presente, somos seres abiertos al futuro, cuando lo pensamos, vamos actualizando ese PPV que poco a poco se nos va mostrando.
FUTURO V/S A VIDA REAL.
El presente y la realidad demanda tareas, trabajos, actividades, eficiencia, productividad, trabajo con lo concreto, observable, medible.
El futuro requiere reflexión, diseños, proyecciones, trabajo con utopías, análisis de posibilidades, superación de temores y debilidades.
¿Qué podremos hacer entonces para descubrir nuestro PPV y poder construirlo como un desafío real, en medio de las exigencias de la realidad que nos pide toda nuestra energía para resolver lo contingente, luchar por un trabajo, cuidar el estatus, cubrir emergencias cotidianas?
¿Cómo vivir humanamente, trabajar nuestro PPV, ser capaces de crear futuro, sin conocer aquellas certezas básicas que nos permitirían la construcción (o re-construcción de la vida)?
Una vida humana demanda vencer la teoría del caos permanente, del cambio sin sentido, del vértigo y de la carrera brutal, agotadora, vacía de humanidad.
Una vida humana requiere de estas bases de certezas, que nos estabilicen y nos permitan proyectarnos, asumiendo las urgencias del presente, pero pensando en las importancias que nos propone el futuro.

¿VAMOS POR EL CAMBIO O LAS CERTEZAS?


La naturaleza nos ha enseñado que la naturaleza vive un cambio constante, de una estación a otra, de la infancia a la madurez, de la lluvia a la sequedad, de la semilla a la planta, de la flor al fruto. Todo en la naturaleza es cambio permanente, pero tiene un sello que le identifica con fuerza: el accionar de la naturaleza, a la vez que provoca cambios, lo hace fundado en una estabilidad constante… son las certezas esenciales, las que permiten vivir los procesos en forma ordenada, creativa, productiva y proyectiva.

La naturaleza nos muestra un enorme conjunto de certezas esenciales: que en otoño las ojos caen y que en primavera las praderas se cubren de flores y retoños de verdes plantas.

Son las certezas esenciales, la estabilidad de la creación que nos ha definido que el norte siempre estará hacia un determinado punto, que el sol sale desde la montaña y se esconde en el mar, que la noche nos trae el descanso y el día nos invita a la fuerza del trabajo y el encuentro.

¿Qué sería de nuestra relación con la naturaleza sin estas certezas esenciales? ¿Qué ocurriría si los seres humanos no supiésemos con exactitud la hora de salida del sol, la proyección de las lluvias, el relevo de las estaciones, el ciclo de la semilla? ¿Qué pasaría si la naturaleza se “ordenara” a partir del cambio espontáneo, de la creatividad anárquica?

Sin duda todo sería un caos, o al menos un fuerte conflicto para adaptarnos frente a una anarquía de la naturaleza y a sus cambios brutalmente caprichosos.

Estos dos polos, cambio y estabilidad, son ejes necesarios para implementar una vida humana de calidad. Sin un justo equilibrio entre ellos, podríamos sucumbir ante un estrafalario desorden.

Contrariamente a la naturaleza, la vida en sociedad ha tomado la vorágine del cambio, como una de las bases para condicionar nuestra convivencia.

Los grandes líderes políticos, económicos, industriales, han optado por este concepto, como una filosofía de vida. Ningún candidato que se aprecie de tal, dejaría de hacerse profeta del cambio, y a mayor fundamentalismo y rechazo de experiencias de otros, mayor será el impacto y credibilidad ante su audiencia.

El cambio es el señor que dicta la norma, que levanta modas, que define tendencias, que confirma candidatos y mueve a corrientes de opinión.

¿Quién apuesta hoy por las certezas? ¿Acaso no corre el riesgo de ser considerado un intolerante, radical, pasado de moda?

Cuando el cambio nos llama a la inestabilidad, al cuestionamiento de fundamentos esenciales, las certezas nos llaman al encuentro, a la quietud de quien sabe que está en el camino correcto.

En un mundo en que se cuestiona todo y que todo es transitorio, pasajero, desechable, negociable, se necesita levantar o rescatar convicciones internas y externas, convicciones de vida, convicciones de sentido personal, convicciones de ciudadanía, que generen autoconocimiento, confianza, equilibrio, seguridad.

En la medida en que valoremos el cambio, fundado en certezas esenciales, podremos avanzar, pero si buscamos el cambio de todo, sin análisis de la historia, de las antiguas prácticas positivas, confirmaremos la tesis de que el cambio nos genera la vida verdadera, que el vértigo es esencial en la vida.

No hablamos de optar por la estabilidad pasiva, anquilosada, neutra, asfixiante. No hablamos de mantener el status quo como premisa incuestionable.

Hablamos de asumir el cambio con sentido, de acoger la duda para el crecimiento, de promover riesgos con sentido, destrucciones de lo necesario y rescate de lo imprescindible.

Necesitamos descubridores de certezas, más que innovadores que cambian de estado permanentemente. Es de temer aquellos que modifican en forma continua sus opciones, que destruyen valores que ha muchos les costó siglos construirlos.

¿Qué les mueve a actuar de esta forma a tanto díscolo, políticos desmembrados, dirigentes que no reconocen las certezas que impulsaron sus campañas originales? ¿Les mueve el bien-común o el bien-personal, una brutal animosidad o el deseo de construir país, una curiosidad ingenua o un proyecto ordenado, un aburrimiento legislativo o una propuesta reflexionada?

En una próxima reflexión trataré de compartir con ustedes algunas de estas reflexiones.

LA FRASE QUE CAMBIO LA VIDA DE MAHATMA GANDHI



Gandhi, con la enorme libertad que tenía, se abrió a la riqueza del cristianismo. Leyó el Evangelio y quedó impresionado con las palabras de Jesús:

“Jesús ocupa en mi corazón el lugar de un gran maestro de la humanidad que ha influido considerablemente en mi vida. Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta, si no estudian con reverencia la doctrina de Jesús”.

Impresiona su reflexión, más aún en el contexto que lo dice, muchas veces fundamentalista y guerrero también en el ámbito religioso. Pero ¿sabe qué frase le impactó más? El mismo lo dice:

“Hay sobre todo un texto que me ha captado de un modo especial: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”.

LA FRASE QUE PUEDE CAMBIAR LA VIDA DE UNA PERSONA.

Jesús no se contenta con hablar de Dios como su Padre, como el ser omnipresente, poderoso, justo y misericordioso.

El también habla del “trabajo” de su Padre: “El Reino de Dios” … Dios es así, un obrero, que sale cada día a construir y mantener su reinado en medio de la tierra.

De alguna forma Jesús nos quiere enseñar que Dios ya no es solamente el Señor del tabernáculo, del templo oscuro y encerrado, del Dios que habita los “lugares sagrados” … con Jesús ya no hay “lugares” privilegiados para ser sagrados, nos abre a la mirada que busca a Dios en toda su creación, en todos los espacios.

Esa búsqueda primeramente se logra en la propia persona, somos el primer lugar que Dios consagró, la vida humana. Cada ser humano es tierra sagrada, es habitación de Dios.

Existen tantos que han encontrado esta poderosa palabra: “primero busca el Reino de Dios… ¿lo demás? todo es “añadidura”, una “yapa”, un extra que también recibiremos.

Quien descubre esta palabra, recibe un enorme empuje en su vida, lo esencial se trastoca, es algo similar a aquellos que viven situaciones extremas, ya nunca podrán seguir con la vida de antes, fueron transformados por el dolor, la muerte de otros, para llegar a reconocer que la vida no está en las “añadiduras” que por lo general toman posesión de nuestras vidas, sino en otras expresiones más plenas de vida.

LA FRASE QUE PUEDE CAMBIAR LA VIDA DEL MUNDO.

Quienes descubre el Reino de Dios como un desafío, logran entender que Dios no reina solamente en nuestra intimidad, en una devoción privada, en una ética personal… el Evangelio estaría incompleto sino es capaz de transformar nuestras formas de convivencia, el orden social que impera, las estructuras de justicia o injusticia, los caminos de equidad o inequidad…

Ciertamente esta frase que impactó a Gandhi podría ayudarnos a transformar todas las crisis que vivimos en el planeta, todos los hambres y soledades, todos los egoísmos y muertes.

Con esta frase podríamos renovar la política, lavarla de la intolerancia, de las luchas de poder, de los deseos locos de protagonismos, de las anarquías sin sentido, de los candidatos autonombrados.

Con esta frase podríamos moros, judios, ateos y cristianos trabajar cada uno por una mejor humanidad, con mayores espacios para la vida, el respeto, la dignidad, la alegría… el Reino de Dios toma así forma en cada acción que realizamos para mejorar la vida. La religión deja de ser un acto privado y pasa a ser un acto de testimonio: lo que hemos visto, oído y vivido junto a Jesús, lo ponemos al servicio del bien-estar humano… demostrando así que el proyecto de Jesús, también es mediatizado por el cambio de las estructuras y del surgimiento de una cultura creadora de vida.

¿Y TODO ESTO SOLAMENTE PARA FILOSOFAR?

Siempre el buen filosofar nos lleva a un justo actuar. Ojala que no reflexionemos, sin actuar por cierto, sino para animarnos a crear un verdadero reinado social del ser humano que requiere una economía basada en la solidaridad y no en la codicia (como Javier Errázuriz, millonario chileno lo ha proclamado); una sociedad en que los sanos optan por los enfermos; en que los ricos optan por los pobres. Un reinado social de empresarios que primeramente sean ciudadanos antes que mercaderes (como algunos que detienen las construcciones y luego negocian con el gobierno el inicio de las obras siempre y cuando …) ¿qué distinto sería este mundo con empresarios-ciudadanos, no?

El Reino de Dios, lo dice el mismo Jesús, es pequeño como una semilla, pero eterno; es simple como el grano de mostaza; es motivador como la levadura; es valioso como una perla fina.

Un día los ciegos veremos el Reino, un día los pobres beberemos leche y miel, un día las esclavitudes serán cosa pasada como los dictadores y asesinos.

Un día veremos que el Reino de Dios se levanta hoy en nuestras avenidas, anchas y pequeñas, en las manos de las mujeres, en las poblaciones, en un techo para Chile, en una américa solidaria, en cantantes populares, en profesores y pobladores, en empresarios preocupados no solamente de sus intereses, sino también abiertos al bien del país.

Un día entenderemos que esto es lo primero… lo demás solamente añadidura…

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