jueves, 11 de junio de 2009

¿VAMOS POR EL CAMBIO O LAS CERTEZAS?


La naturaleza nos ha enseñado que la naturaleza vive un cambio constante, de una estación a otra, de la infancia a la madurez, de la lluvia a la sequedad, de la semilla a la planta, de la flor al fruto. Todo en la naturaleza es cambio permanente, pero tiene un sello que le identifica con fuerza: el accionar de la naturaleza, a la vez que provoca cambios, lo hace fundado en una estabilidad constante… son las certezas esenciales, las que permiten vivir los procesos en forma ordenada, creativa, productiva y proyectiva.

La naturaleza nos muestra un enorme conjunto de certezas esenciales: que en otoño las ojos caen y que en primavera las praderas se cubren de flores y retoños de verdes plantas.

Son las certezas esenciales, la estabilidad de la creación que nos ha definido que el norte siempre estará hacia un determinado punto, que el sol sale desde la montaña y se esconde en el mar, que la noche nos trae el descanso y el día nos invita a la fuerza del trabajo y el encuentro.

¿Qué sería de nuestra relación con la naturaleza sin estas certezas esenciales? ¿Qué ocurriría si los seres humanos no supiésemos con exactitud la hora de salida del sol, la proyección de las lluvias, el relevo de las estaciones, el ciclo de la semilla? ¿Qué pasaría si la naturaleza se “ordenara” a partir del cambio espontáneo, de la creatividad anárquica?

Sin duda todo sería un caos, o al menos un fuerte conflicto para adaptarnos frente a una anarquía de la naturaleza y a sus cambios brutalmente caprichosos.

Estos dos polos, cambio y estabilidad, son ejes necesarios para implementar una vida humana de calidad. Sin un justo equilibrio entre ellos, podríamos sucumbir ante un estrafalario desorden.

Contrariamente a la naturaleza, la vida en sociedad ha tomado la vorágine del cambio, como una de las bases para condicionar nuestra convivencia.

Los grandes líderes políticos, económicos, industriales, han optado por este concepto, como una filosofía de vida. Ningún candidato que se aprecie de tal, dejaría de hacerse profeta del cambio, y a mayor fundamentalismo y rechazo de experiencias de otros, mayor será el impacto y credibilidad ante su audiencia.

El cambio es el señor que dicta la norma, que levanta modas, que define tendencias, que confirma candidatos y mueve a corrientes de opinión.

¿Quién apuesta hoy por las certezas? ¿Acaso no corre el riesgo de ser considerado un intolerante, radical, pasado de moda?

Cuando el cambio nos llama a la inestabilidad, al cuestionamiento de fundamentos esenciales, las certezas nos llaman al encuentro, a la quietud de quien sabe que está en el camino correcto.

En un mundo en que se cuestiona todo y que todo es transitorio, pasajero, desechable, negociable, se necesita levantar o rescatar convicciones internas y externas, convicciones de vida, convicciones de sentido personal, convicciones de ciudadanía, que generen autoconocimiento, confianza, equilibrio, seguridad.

En la medida en que valoremos el cambio, fundado en certezas esenciales, podremos avanzar, pero si buscamos el cambio de todo, sin análisis de la historia, de las antiguas prácticas positivas, confirmaremos la tesis de que el cambio nos genera la vida verdadera, que el vértigo es esencial en la vida.

No hablamos de optar por la estabilidad pasiva, anquilosada, neutra, asfixiante. No hablamos de mantener el status quo como premisa incuestionable.

Hablamos de asumir el cambio con sentido, de acoger la duda para el crecimiento, de promover riesgos con sentido, destrucciones de lo necesario y rescate de lo imprescindible.

Necesitamos descubridores de certezas, más que innovadores que cambian de estado permanentemente. Es de temer aquellos que modifican en forma continua sus opciones, que destruyen valores que ha muchos les costó siglos construirlos.

¿Qué les mueve a actuar de esta forma a tanto díscolo, políticos desmembrados, dirigentes que no reconocen las certezas que impulsaron sus campañas originales? ¿Les mueve el bien-común o el bien-personal, una brutal animosidad o el deseo de construir país, una curiosidad ingenua o un proyecto ordenado, un aburrimiento legislativo o una propuesta reflexionada?

En una próxima reflexión trataré de compartir con ustedes algunas de estas reflexiones.

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