De un capitalismo salvaje a un grosero canibalismo salvaje

 Es tiempo que en sociedad vayamos evaluando y rescatando los espacios que la persona humana se merece y retirando de aquellos lugares a algunos que se los han tomado y no se lo merecen. Es el caso con la economía y sus economistas, especialmente los empeñados en obtener un lucro económico ciego, creando un mercado sin límites ni regulaciones, sin respetar los factores básicos de la vida humana. Esos que nos han llevado de un estado de derecho a un estado rompe-derechos con una economía en estado salvaje; esos que nos llevaron de un capitalismo salvaje a un grosero canibalismo salvaje.

El papa Juan Pablo II, en su Carta encíclica Centesimus annus de 1991, luego de analizar y rechazar tanto al  sistema marxista, como al sistema capitalista, a su juicio igualmente "”materialistas”, afirma explícitamente que "la Iglesia no tiene modelos para proponer", ya que éstos sólo pueden nacer "de las diversas situaciones históricas". Pero añade enseguida que la Iglesia "ofrece como orientación ideal indispensable la propia doctrina social".

Tras condenar el comunismo, "nacido del odio y del ateísmo" que engendraba la lucha de clases", Juan Pablo II también critica al capitalismo, al que le agrega un apellido, “salvaje”.

En el texto lo llama "ideología radical de tipo capitalista", para distinguirlo de lo que él considera un capitalismo "positivo", pero al que llama con los de "economía de empresa", "economía de mercado" o "economía libre".

“Ojalá que estas palabras, escritas cuando avanzaba el llamado “capitalismo salvaje”, no deban repetirse hoy día con la misma severidad. Por desgracia, hoy todavía se dan casos de contratos entre patronos y obreros, en los que se ignora la más elemental justicia en materia de trabajo de los menores o de las mujeres, de horarios de trabajo, estado higiénico de los locales y legítima retribución. (Juan Pablo II, Centesimus annus, Roma 1991).

Todo esto que denuncia el Papa, es a pesar de la existencia de cientos de declaraciones, convenciones, tratados internacionales y de leyes laborales de cada país, que no concretan sus compromisos en acciones coherentes de los Estados y sus autoridades públicas en el cumplimiento de su deber de velar por la vida humana y sus derechos laborales en pro de mayor equidad y de justicia distributiva.

También el Papa Francisco también ha tenido un claro rechazo de los modelos centrados en una economía mercantilista: “A propósito de la actual crisis financiera, se ven los resultados de un "capitalismo salvaje” causante de la crisis, que ha enseñado y que ha instaurado la lógica del provecho a cualquier costo, del dar para obtener, del explotar sin mirar a las personas (…) “Este modelo económico que ha prevalecido en los últimos decenios postula la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad”. (…) “Los propios seres humanos son considerados como bienes de consumo que pueden ser utilizados y desechados”. (…) “Aún en los países ricos “la alegría de la vida es cada vez menor, la indecencia y la violencia van en aumento, la pobreza es cada vez más evidente  y la gente tiene que luchar para vivir y, con frecuencia, vivir de una manera indigna”. (Papa Francisco, Roma, Mayo 2012).


El camino covidálgico del inmigrante y exiliado

 


Con el COVID 19 y su destrozadora pandemia hemos terminado viviendo un duro exilio. Estamos experimentando el camino covidálgico del inmigrante, esa nostalgia por retornar a la vida que antes teníamos con otros.

Vivimos la melancolía del inmigrante que añora la casa que antes de este caos tenía. Sueña con volver a tener certezas de un mañana ¿tendré trabajo? ¿Podré construir lo que he estado planificando? ¿Terminaré el año en este empleo? ¿Hasta cuándo seguiremos en estados de excepción? ¿La vacuna será lo que se espera?

El encierro nos ha creado esta “Covidalgia”, ese deseo que los griegos expresaban como el regreso, esa urgencia de volver a “casa”, al lugar y condiciones de lo vivido gratamente, a la “casa” como lugar de crecimiento y florecimiento.

La “Covidalgia” es un anhelo profundo, una sed emocional por experimentar la libertad de movimiento, por caminar sin temores, por volver a ver a personas, percibir olores, visitar lugares o revivir situaciones que nos hicieron felices en el pasado y que dan un radical significado a nuestra vida.

El encierro y la distancia social nos han traído síntomas físicos y psicológicos que hemos vivido en soledad, como el insomnio, el miedo, las pesadillas, taquicardias, llantos sorpresivos, inestabilidad emocional, enojo, rabia, impotencia, mayor consumo de alcohol y tranquilizantes.

Todo ello, porque hemos visto nuestras libertades restringidas, y hemos sido desterrados de nuestras plazas, cines, iglesias, casas de amigos. Vivimos esa tristeza perturbadora del pensamiento, del ánimo y del actuar de aquellos que desean regresar a “casa”, a esos lugares comunes que habitábamos y que hoy gritan una ausencia indomable. Tiene que ver con la lejanía, con el alejamiento, el destierro, con la pérdida, la soledad y la añoranza de la mesa grande, la fiesta, los besos y abrazos.

Haciendo surgir un nuevo concepto: Covidalgia

 


El COVID y su brutal pandemia, alteró de tal forma nuestra vida y convivencia familiar y social, que hoy tenemos nuevas formas de ver la vida y su precariedad, el bienestar y el sano ocio, el valor de la educación, el tiempo necesario para mirarnos y convivir, el rol del trabajo y lo que realmente importa en la vida.


La nostalgia es una reacción y un medio de enfrentar las soledades que vivimos, los tiempos perdidos, los cambios no queridos, esta sensación de vacío y soledad que se ha transfundido en nosotros y entre nosotros.

¿Podríamos traer una palabra o un neologismo que represente lo que hemos vivido en pandemia? ¿Podríamos integrar en una palabra, el encierro, el dolor, la separación, el extrañamiento, la tristeza, la indigencia,  lo transitorio, la desconfianza, la inestabilidad, la compasión o el quebranto?

Se me ocurre una, se las presento: COVIDALGIA, que es una suma de COVID más ALGIA, que hace referencia al dolor, la pena de lo perdido, la nostalgia, la saudade vivido en pandemia.

La covidalgia puede ser una mezcla entre nostalgia, que tiende a ser pasajera; la tristeza que va y viene o la depresión que puede ser una carcelera. No incursionaré en ámbitos que no manejo, lo hago desde lo convivencial, lo educativo, desde este sentimiento de orfandad que ha provocado esta pandemia a tanta gente, este sentir que estamos solos en medio de un caos sobre el cual nadie tiene poder de ordenarlo. Por ello soñamos con esa “casa”, que es más que un espacio habitable por una familia, esa “casa” anhelada es un estado de ánimo, en una ciudad no amortajada, sino abierta que nos acoja a todos en los espacios que antes nos reunían.

Recuerdos, nostalgia, saudade… ¿Qué?

 


Para responder la pregunta, antes le invito a realizar el siguiente ejercicio:
¿Qué provocan en usted las siguientes situaciones?
¿Qué recuerdo, imagen surge en usted?
El olor a tierra mojada…
Una tarde tranquila frente al mar…
Mirar como encienden los leños en la hoguera…
Ver un antiguo envase de la Cocacola…
Probarse una moda retro o vintage...
Escuchar esa antigua canción que le despierta lindos recuerdos…


Es muy probable que sus respuestas vayan en la línea de que esas situaciones evocan hermosos momentos, muchos de ellos emergen sin pedir permiso a los argumentos racionales, creando nostalgia.

Brasil y Portugal lo traducen como “Saudade”, hermosa palabra y esquivo concepto, tan amplio que cuesta definirlo,  pero que hace relación a esos recuerdos que nos crean añoranzas y sentimientos melancólicos, por aquello que no tenemos y sin embargo lo deseamos profundamente.

Es la pena del corazón, es el ardor que provoca la separación, la fuerza reprimida que quiere explotar y no tiene cauce. Saudade es “el bien que se padece y el mal que se disfruta”, como lo define el escritor portugués Manuel de Melo.

No podemos decir tengo “saudade o nostalgia” por el accidente de tránsito que tuve el año pasado… eso es angustia, una remembranza traumática que nos vuelve a provocar sufrimiento y que nos puede llevar a recordar ese momento doloroso con un realismo tal, que puede provocar inmovilismo, ansiedad, volver a lesionarnos poniendo en riesgo el desarrollo de la vida de HOY, por un hecho ya pasado, perdiendo la energía y motivación para ir a trabajar, recibir visitas en casa o salir de compras.

Ciertamente lo anterior no es nostalgia, podría ser un trauma no superado, estrés postraumático o bien es simplemente un acto personal de la activación de una pena, la auto resucitación de un dolor profundo.

Los griegos definían a la nostalgia, partir de su raíz “nostos”  (regreso, volver a casa) y “algos”  (dolor). Es decir, para el griego nostalgia era la sensación, la pena, el esfuerzo por “volver” a vivir algo grato o marcador en su vida… ¿Y qué mejor que retornar al hogar, ese lugar seguro para vivir y crecer?

La Real Academia Española de la Lengua la define, como una "tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida".  Este elemento aportado por la RAE es importante, pues para que un recuerdo sea “nostálgico” no basta con evocar algo hermoso que usted vivió en el pasado, sino de que a usted le pese, le duela el haberlo perdido… de allí la saudade, “el bien que se padece”, por no tenerlo.

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