En una pequeña aldea, un anciano sabio llamado Eudoro pasaba sus días contemplando el mundo. Un día, un joven curioso se le acercó y le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el propósito de la vida?”.
Eudoro, con una sonrisa, respondió: “El propósito de la vida es la felicidad, pero no cualquier felicidad, sino aquella que surge del acto de vivir con virtud”.El joven, intrigado, inquirió: “¿Y qué es vivir con virtud?”.
El anciano señaló un árbol en la distancia, lleno de frutos jugosos. “Mira ese árbol. Su propósito es dar frutos, pero no todos los frutos son iguales. Algunos alimentan, otros caen antes de madurar, y otros nunca crecen. La virtud es como cuidar del árbol; es el arte de encontrar el justo medio entre el exceso y la carencia. Solo así, los frutos de la vida serán plenos”.
El joven se quedó en silencio, contemplando el árbol, y comprendió que el verdadero desafío no era solo vivir, sino hacerlo bien, cultivando la virtud en cada acción.
Con el tiempo, el joven se convirtió en un hombre sabio, y cuando los demás acudían a él con la misma pregunta, les contaba la historia de un anciano que encontró en la virtud la respuesta al propósito de la vida. Y así, la pregunta de Aristóteles, resonó a través del tiempo, como un eco que guió a aquellos que buscaban la verdadera felicidad.
Autor: W. Elphick D.