martes, 6 de enero de 2009

¿Por qué renunciar a una utilidad legítima?


¿Qué diría usted si viene una persona y le sugiere que renuncie a parte de su sueldo y lo entregue a obras de caridad? ¿Qué diría usted si fuese comerciante o empresario y esa misma persona le sugiriera renunciar a sus utilidades? La primera inquietud que surge en estas peticiones es aclarar ¿por qué? ¿para beneficiar a quién?

Luego podríamos pensar "si quiere hacerlo".

Esto parte por la anunciada crisis económica que llegará prontamente (según anuncian los optimistas economistas) y de la preocupación de algunos sacerdotes y obispos de ver el incremento de la cesantía... complejo tema.

La invitación es simple: ¿Quiere ayudar, usted Señor empresario que sale en las páginas sociales aportando a los pobres como expresión de su compromiso con la RSE? ¡Entonces deje de ganar lo que pensaba y colabore con la mantención de los puestos de sus trabajadores!... no los despida.

Ya han respondido algunos: "veremos si es posible", "el que pueda, que lo haga" (pero no me lo pidan a mi...). Lea lo que dijo Rodrigo Echeverría, Fedefruta: "El sector de la uva de mesa no ha tenido utilidades en los últimos tres años, por lo que es difícil renunciar a éstas"... digno de un portavoz de la solidaridad empresarial...

El dueño de Jumbo y otros dijo que era normal despedir a personas, cuando tenía una planta de cien mil personas... como para colocarlo en las páginas de RSE - Responsabilidad Social Empresarial-

Estamos en las puertas de una crisis, estamos hablando de que muchas personas pierdan lo esencial para sobrevivir, su trabajo... y algunos les preocupa "lo difícil que es renunciar a las utilidades"... el mundo del pragmatismo, del ganar por sobre todo... un mercado librado al salvajismo económico.

La invitación que la Iglesia ha hecho al empresariado es simple: de vuelta el paradigma: pase del eje "ganar riqueza" (y cuidar las utilidades) al eje "evitar la pobreza y la miseria" (manteniendo el espacio laboral de sus trabajadores.

Claro, alguien dirá que la renuncia a un bien personal, no puede ser obligatoria... de todas formas, sabemos que la solidaridad no puede imponerse por presiones. Ella surge espontánea y libre de corazones que ven más allá de sus intereses privados. 

Cuando Alberto Hurtado, decía "dar hasta que duela", ciertamente, Señor empresario, es la ocasión de demostrarlo: "dar hasta que duela", en el lugar que más duele, en las ganancias, en las utilidades, en el patrimonio personal... perder un poquito, para que un hermano no sufra la miseria de la cesantía... ¿será una locura pedir esto? ... ciertamente el cristianismo tiene algo de locura, divina locura.

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