Había una vez un gigante egoísta, que lo tenía todo en su huerto y no compartía nada con nadie… fuera de su territorio, una multitud de gente mirando las hermosas y generosas frutas.
Vamos a la realidad: Chile tiene hermosos huertos, segregados y protegidos. Dentro de ellos, familias que lo tienen todo, atendidos por jardineros y empleados que viven (o sobreviven) fuera de este maravilloso huerto. Es Chile un país malignamente segregado, diferenciado, brechado.
Estas brechas se expresan en estructuras sociales que operan desde la colonia: los ricos vivirán en el centro, los indios al otro lado del rio. Hoy aglutinamos a los pobres hacia los sectores ponientes de la ciudad; los ricos hacia el oriente. Pero no es todo: hemos acordado socialmente que tendremos una masa para obedecer y ejercer trabajos básicos y rudimentarios. ¿De dónde los sacamos? Ellos serán los estudiantes de zonas populares y liceos municipales, colegios subvencionados con familias de bajos ingresos.