Hoy te presento un tema interesante, no lo leas hasta la mitad... al final lo entenderás. Este gran literato nos hace presente una realidad: Libros hay algunos muy buenos (bien redactados, buenas historias) pero mucha basura (después de leerlos qué?)... interesante, especialmente con cuanto autor busca hoy la fama en escritos pobres, que muestren la miseria humana con detalle y después qué?... en fin...
“Hoy sin duda hay literatura buena, pero muy poca
realmente grande”
El escritor y editor Roberto Calasso
(Florencia, 1941), ganador del Premio Formentor 2016. Es uno de los grandes nombres
de la cultura europea, observa el panorama literario actual : “Se diría que la
literatura ha entrado en una fase de latencia, en los últimos cincuenta años se
ha estrechado. Es difícil encontrar sorpresas. Sin duda hay cosas buenas, pero
pocas son realmente grandes. ¿Falta ambición? Sí, cuando miro la literatura
hasta los años setenta veo que era algo ligado a una ambición enorme, ahora eso
no es ya lo usual, evidentemente”.
Ninguno
de sus lectores, lectores de La ruina de
Kasch, de Las bodas de
Cadmo y Harmonia, de Ka, de K., de El
rosa Tiepolo, de La folie Baudelaire, dudará de que el propio
Calasso es autor de objetivos desmesurados y, sí, de grandeza.
Hombre
capaz de mostrar la relación especular entre la India védica y la Grecia
arcaica, de señalar los parecidos entre Helena de Troya y la Tara de los Veda ,
de apuntar sin que le tiemble el pulso que los terroristas islámicos ejercen la
devotio romana, de trazar la relación entre la carroña de Baudelaire y
el cuarto kanda del Satapatha Brahmana, de decir tantas y tan
bellas cosas sobre las indelebles raíces de nuestra cultura, Calasso transita
senderos por los que uno solo se encuentra a gente como Dumézil, Mauss, Robert
Graves, Borges o el viejo Frazer.
Su obra,
inclasificable –alguien ha dicho que habría que crear un género solo para él-,
enciclopédica, de una vastedad y profundidad asombrosa, con un conocimiento de
la literatura y las mitografías que rozan lo sobrehumano –aprendió sánscrito
por sí mismo para profundizar en el pensamiento de los grandes textos sagrados
acuñados en la India, del Rigveda al Mahabharata-, y a la vez
dotada de rara altura poética, se expresa especialmente en ocho libros que,
como los ladrillos del altar de fuego védico sostienen una gloriosa e
incandescente ofrenda a la inteligencia.
“Los
dioses temen el conocimiento de los hombres”, escribe en su último libro
publicado en España (por Anagrama, como los otros), El ardor -una
reivindicación apasionada de “la tremenda vivacidad de los textos védicos”- .
Sin duda temen el suyo.
Él te
dirá, citando los Brahmana que “los dioses, en efecto, aman el secreto y
se oponen a todo lo que es evidente”. ¿Neo-gnóstico? “Gnosticismo quiere solo
decir que se da privilegio al conocimiento”. Suspira impaciente –y uno se
estremece- cuando se le pregunta sobre el sacrificio, al cabo el tema que
empapa el medio millar de páginas de El ardor. “No hay nada más difícil
de entender que el sacrificio, en el que ofreces y destruyes, y que nos hace
enfrentarnos a lo desconocido. No hay teoría que consiga comprender el fenómeno
en su totalidad. La sociedad secular lo malinterpreta, lo reduce. Volver a
percibirlo en su realidad supondría un cambio radical. Lo esencial es que la
sociedad secular solo tiene como referencia a ella misma”.
El
título de El ardor, confiesa, incluye un guiño a su admirado Nabokov, “pero
se refiere a esa palabra védica esencial en sánscrito, tapas, el ardor:
para saber, en la doctrina védica, es necesario literalmente arder, un fervor
feliz que tiene hermosísimas connotaciones poéticas.
Calasso
se declara preso del “Partenón de palabras” de la civilización védica desde muy
joven. “A los 16 o 17 años, sentí que allí, en las Upanisad, en la Bhagvad
Gita, había algo que no encontraba en otro sitio”.
NOTA: El Premio Formentor es un galardón que se concedió desde el año 1961 al 1967, impulsado por la editorial española Seix Barral, con la colaboración de una decena de sellos extranjeros y los propietarios del Hotel Formentor de Mallorca, que en esa época se convirtió en un importante foro literario. Aquella distinción tuvo dos modalidades, el Prix International (que reconocía a un autor de resonancia mundial) y el Premio Formentor (que se otorgaba a una novela presentada por alguno de los editores convocantes y luego era publicada por todos los demás). El premio se ha vuelto a conceder a partir del año 2011 y se entrega en los jardines del Hotel Barceló Formentor.