jueves, 18 de marzo de 2021

¿Aprende el estudiante según su ESTILO DE APRENDIZAJE? Un mito más que denuncia el libro: 40 Mitos recurrentes en la Educación

 

22. Mito de la caracterización del estilo de aprendizaje

“Los estudiantes aprenden mejor 

cuando lo hacen según su estilo de aprendizaje”

 

Se nos ha dicho que cada estudiante aprende acorde al “estilo de aprendizaje” que le caracteriza. Neil Fleming en 1987 definió que los estudiantes aprenden de distinta forma, según al sentido que tengan más desarrollado, de esta forma caracterizó la triada VAK.

Los Visuales (V) se estimulan en forma gráfica, símbolos, diagramas; los Auditivos (A) lo hacen desde los efectos audibles, discusiones, narraciones y los Kinestésicos (K) requieren de movimientos, manipular, tocar,  explorar para tener un mejor aprendizaje.

Con el tiempo se fueron ampliando al ámbito Lógico (matemático), Social (interpersonal), Solitario (intrapersonal), Aprendizaje visual, Auditivo), Verbal (lectura y escritura), Kinestésico, Multimodal.

Se nos ha dicho que hay un estilo para cada estudiante, lo que supone que cada estudiante aprende de mejor forma, cuando el docente le entrega la enseñanza por su estilo de aprendizaje específico, sobre el cual tiene mayores habilidades.

Existe el claro riesgo de que el docente al poner la atención en la diversidad de los estilos de aprendizaje del curso, podría desatender los fundamentos del buen aprender como la motivación y el sentimiento de autoeficacia, el autoconcepto académico y el compromiso por aprender, el desempeño académico, los intereses, necesidades, conocimientos que trae, habilidades del estudiante que ha desarrollado en esa área.

Desde estudios sobre el tema y sus conclusiones podemos indicar:

No existen medios certeros para asignar UN estilo de aprendizaje al estudiante.

Los test existentes para este efecto, no demuestran de manera válida y confiable su capacidad para determinarlo.

Estos se basan principalmente en autodiagnósticos y autoinformes, sobre la base de opiniones, percepciones y preferencias del estudiante por un estilo de aprendizaje, que en ocasiones no son los mejores para su aprendizaje.

Los estudiantes no siempre demuestran certeza para explicitar lo que hacen o cómo creen que lo hacen, lo que impide el dar cuenta con relativa certeza,  de cuál es su estilo de aprendizaje.

Kirschner, P. el año 2017 en su libro “Para de propagar el mito de los estilos de aprendizaje”, indica que hay un serio problema con la validez, confiabilidad y poder predictivo de las pruebas para determinar los estilos de aprendizaje. Indica que la mayoría de los estudiantes no entran en UN solo estilo de aprendizaje, ya que existen diferencias muy pequeñas o graduales para categorizarlas en uno solo.

Newton, P. el año 2015, en su publicación “El mito de los estilos de aprendizaje en la educación superior”, indica que se trata de una práctica educativa inefectiva que incluso resulta dañina para el aprendizaje, puesto que puede tener como consecuencia que los estudiantes desistan del estudio en determinadas asignaturas por creer que no corresponden con su estilo de aprendizaje; o bien, tengan excesiva confianza en sus capacidades para otras, por considerar que sí se adecúan a su estilo.

Diversos estudios han demostrado que no es efectivo que el aprendizaje se genere por medio de UN estilo que el estudiante prefiere, al punto de que no se muestran diferencias en el aprendizaje cuando la información se presenta en el estilo de preferencia o no.

Finalmente podemos concluir que el aprendizaje de calidad requiere de una diversidad de estilos para aprender, que el conocimiento y su significado se construyen con múltiples canales de información y diversos medios formativos, que provienen de distintos dominios sensoriales.

El buen aprender requiere de que un estudiante pueda utilizar diversas estrategias o estilos de aprendizaje, para el desarrollo de un concepto, de una habilidad. En esto reside la belleza del aprender humano, libre, diverso, no encasillado ni cerrado a modelos, estilos, paradigmas.


Winston Elphick en este libro le ofrece 40 posibilidades de criticar nuestras prácticas y vivencias educativas. Además le ofrece 220 estrategias para desmitificar y superar esos engaños educativos.

Quitar este mito creo que será complejo, pues está pegado en la piel docente, según el decir de Tom Bennett, mencionado anteriormente:

“Nos gusta creer que cada niño

tiene una forma secreta y especial de aprender,

un determinado estilo de aprendizaje,

que solo tenemos que desbloquear.

Nos gusta la idea de que todos somos especiales”.

Es un mito con una alta adhesión de profesores y con una mayor tradición de aplicación en los centros educativos, sin pensar en los efectos negativos que podría tener en el aula, tanto en relación con el estudiante (proceso de aprendizaje), como en el docente (proceso de enseñanza). 

Tengamos cuidado… que no se conviertan en lo que denuncia Tom Bennett:

“La teoría de los estilos de aprendizajes

tiene tanta base científica

como las bolas de cristal mágicas

que compras en la tienda

del Rey Arturo en Glastonbury”.

 

Tarea para la casa:

¿Veo con claridad la presencia de este mito en mi centro educativo?

¿”Asignar” un estilo de aprendizaje a un estudiante, abre posibilidades de aprendizaje o las cierra, estructura, limita?

¿Cómo podemos utilizar la propuesta de los estilos de aprendizaje, evitando la asignación de UNO para el estudiante?

¿Podríamos aplicar los estilos de aprendizaje desde una perspectiva más amplia, con menos sesgo, menos parcialidad?



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martes, 16 de marzo de 2021

Mito de la Ingratitud educativa... uno más del libro 40 Mitos recurrentes en la educación

 

19. Mito de la ingratitud evaluativa

“Un día me PUSIERON un tres; 

pero otro día me SAQUÉ un siete”

 

Es probable que usted, siendo estudiante, haya dicho también estas palabras. Hoy son repetidas por nuestros alumnos, que de alguna manera expresan esta separación entre lo que hace el alumno (sacarse buenas notas) y lo que genera el docente (“poner” malas notas al estudiante).

Lo anterior lo podemos vincular con un tema más amplio: nuestra capacidad para manejar el conflicto y la frustración, tanto de parte del docente como del estudiante.

¿Cómo podemos remediar esta situación? Formando en la responsabilidad por las acciones previas y por la responsabilidad personal en los resultados. No basta hacer una “autopsia” de los malos resultados (análisis de las notas obtenidas, tras el proceso educativo), sino es necesario formar en la responsabilidad por las acciones previas a ese resultado, poner atención en el proceso y no solamente en el post.

Debemos también cambiar el tipo de análisis, no basta con decir ¿Quién se hace cargo de esta nota?, sino más bien ¿Quién toma la responsabilidad por llegar a buenos resultados académicos? Ciertamente aparecerá más de una persona responsable.

Es fundamental trabajar con los estudiantes, el asumir responsabilidades sobre las consecuencias de sus acciones, por ejemplo si decide ir a una fiesta con los amigos, cuando al otro día tiene una evaluación importante ¿Eso no afectará los resultados?

El estudiante debe ser ayudado para que sea crítico en la forma en que usa su tiempo y desarrollar su habilidad para identificar las decisiones críticas en el momento adecuado… ¿Qué debo hacer para lograr el resultado que espero?

Los docentes junto a los padres deben fortalecer la idea y la acción de que el primer responsable de los procesos educativos es el propio estudiante en sus decisiones respecto de su proceso de enseñanza.

Así romperemos varios mitos de la evaluación, entre ellos, que se ha concebido como una “medición” ejercida por el docente,  que el estudiante es un elemento pasivo del sistema evaluativo, que siempre es unidireccional y jerárquica, olvidando otras instancias evaluativas como la autoevaluación y coevaluación.

Este libro le entrega 40 mitos que se viven en la escuela y más de 200 formas de superarlos


Tarea para la casa:

¿Cómo podemos evitar el análisis centrado en el post o en la autopsia del proceso evaluativo?

¿Estamos educando en la responsabilidad por las acciones previas y por la responsabilidad personal en los resultados educativos?

¿Percibo como educador, que una mala evaluación obtenida por el estudiante es también mi mala evaluación?

¿Acojo la crítica hacia mi trabajo o me tensionan los padres o estudiantes que opinan de mi tarea?

¿Qué acciones he realizado para integrar la crítica o evaluación de alumnos, padres y apoderados hacia mi trabajo?

















lunes, 15 de marzo de 2021

Mito 18: La mosca silenciosa, del Libro 40 Mitos recurrentes en Educación

 

13. Mito de la mosca silenciosa

“En este curso no vuela ni una mosca, es ordenado y silencioso, 

signo de que está un buen profesor trabajando en él”

 

Desde que aparece la escuela tradicional europea en el siglo XVII, en la burguesía y la modernidad, ha sido definida como la institución social encargada de la educación pública masiva y fuente fundamental de la enseñanza y la información.

Esta escuela definió el rol central, discursivo y expositivo del profesor, con procedimientos verbalistas de un aprendizaje reducido a repetir y memorizar, favoreciendo en el alumno un rol pasivo, silente y dependiente.

Coloquialmente podríamos graficar lo anterior, en una frase: “En esta sala no vuela una mosca”, cuando el trabajo de la sala es en silencio y ordenado en extremo, para algunos ese es el curso ideal.

Es la metodología pasiva de enfoque asignaturista en que se valora el sentido tradicional y conservador del orden de las cosas, donde el profesor tiene el poder, la autoridad, una imagen impositiva, coercitiva y paternalista, demandando silencio, disciplina y obediencia… la escuela tradicional en plenitud.

En ella el rey del aula es el profesor, con un pueblo servil, que son los estudiantes. Uno entrega el saber verbalmente, los otros lo recepcionan lo mejor que puedan, sentados en silencio en sus pupitres en posición bus, tomando apuntes de la pizarra tradicional o digital y sus power point y libros de texto.

Sin embargo, el romper con este mito, nos permitirá descubrir que existe un “desorden controlado”, una “bulla de trabajo”, un “caos direccionado”, con aparente desorganización que son la consecuencia de actividades más cooperativas, de integración, de equipo, de discusión, de cuestionamiento de saberes mal aprendidos y de nuevos saberes descubiertos por el trabajo de los estudiantes.

Muchos profesores están matando está mosca silenciosa, al desencantarse de la metodología pasiva y optar por la algo más bulliciosa,  metodología activa.

Winston Elphick nos entrega su libro 14, centrado en su experiencia educativa

¿Sus beneficios? Mayor motivación, estudiantes más involucrados en buscar soluciones a problemas o situaciones reales, aplican creatividad, discusiones, discernimiento; retienen más, al buscar ellos las respuestas y explicar conceptos; se logra más participación con trabajo en equipo, exposiciones, discusiones.

¿Inconvenientes? Al ser interactivo y creativo el desarrollo de la clase no es lineal, puede tener cambios no previstos; el manejo del tiempo es más complejo, se pueden alargar actividades que provoquen mayor interés y no alcanzar “a ver” todo lo programado; algunos estudiantes prefieren la clase tradicional en que “se entrega más materia”, formar equipos y llegar a conclusiones en el grupo es para ellos perder tiempo.

En la medida en que los alumnos toman práctica en actividades que les involucren, democraticen el aula y el docente resitúe su rol de acompañante, el sistema es menos “caótico” y más maduro educativamente.

 

Tarea para la casa:

¿Tiendo a hacer de mi clase un lugar donde “no vuele una mosca”?

¿Intento realizar actividades en mi curso, que tengan riesgos de ser “caóticas”, pero realmente educativas?

¿Qué “locura” educativa recuerdo haber realizado este año en mi trabajo de profesor?

¿Me hace falta integrar algo de nuevo, de “locura” en mi actividad de profesor?




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