FECUNDIDAD INTERNA DEL SARMIENTO

FECUNDIDAD INTERNA DEL SARMIENTO

El sarmiento es una rama que brota desde la vid, desde su tronco, esta es su esencia y vocación, estar unido plenamente, de otra forma no puede tener vida ni lograr frutos.

Esta es la fecundidad interior a la que nos llama el “viñador”, nos transforma en una parte esencial de su propia vida, nos hace sus brazos capaces de dar frutos.

“Permanecer” en Cristo, vivir en EL, es fundirse con EL. Mantenemos nuestra identidad -el sarmientos se puede señalar como distinto de la vid- pero forma con la vid UNA sola realidad: Una gran parra que reverdece y produce.

De alguna forma este ejercicio de unidad, identidad y comunión, contradice la dinámica de la vida humana: permanecemos en el seno materno hasta nacer, pero debemos dejarlo para poder crecer.

Luego más tarde nos seguiremos diferenciando desde los aspectos sicológicos y físicos de nuestros progenitores… finalmente tenemos que dejarlos y seguir creciendo en otros espacios.

En la vida de fe, es contrariamente a esto, de vital importancia el “permanecer” en el lugar de la unidad entre vid y sarmiento, una forma de vivir en plenitud para el cristiano, es no abandonar la vid que nos da la vida. Ese es el criterio de fecundidad de una vida vinculada en Cristo: “no puedes dar fruto, si no permaneces en mí”. Ese es el criterio de fecundidad de una vida vinculada en Cristo: “no puedes dar fruto, si no permaneces en mí”.

Este tiempo Señor nos invita a evadirnos, a no "permanecer", sino a a pasar por las cosas y la gente. Vivimos tiempos leves, tiempos de descompromisos, tiempos de "paseantes" más que de "habitantes".  Tú eres el Dios que permanece, que le gusta habitar y quedarse, que nos llama para quedarse a alojar en mi casa.

Eres el Dios del pan servido calientito en la mesa ¿por qué te gusta ser nuestro jardinero, nuestro panadero, nuestro cocinero? No deja de emocionarme el relato del evangelio en que recibes con pan, fuego y pescado a los discípulos agotados tras la jornada de trabajo. Te quedaste con ellos, habitaste su angustia, su impotencia por traer las redes vacías.

Nuestros corazones, requieren de tu permanencia Señor, somos huérfanos que golpean puerta tras puerta buscando la mano que les abra... en ocasiones elegimos las puertas incorrectas, pero siempre hay una que nos espera, siempre hay puerta que guarda olorcitos cariñosos, de leña encendida, de té y cedrón , de leche fresca, de pan al rescoldo... esa puerta es la tuya Señor, esas son tus manos que permanecen con y en nosotros.

SARMIENTO, DEBILIDAD Y GRANDEZA.

La experiencia humana en el arrullo de Dios.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
 

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.

Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará;

y todo el que dé fruto, lo podará,  para que dé más fruto.

Ustedes están ya limpios por la palabra que les he hablado;

permanezcan en mí y yo en ustedes.

Como el sarmiento no puede dar fruto

de sí mismo si no permanece en la vid,

tampoco ustedes si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos.

El que permanece en mí y yo en él,  ése da mucho fruto,

porque sin mí no pueden hacer nada.

El que no permanece en mí es echado fuera,

como el sarmiento, y se seca  y los amontonan 

y los arrojan al fuego para que ardan.

Si permanecen en mí  y mis palabras permanecen en ustedes,

pidan lo que quieran, y se les concederá.

Mi Padre encuentra su gloria en esto:

que ustedes produzcan mucho fruto,

llegando con esto a ser mis auténticos Discípulos”

(Evangelio según San Juan 15, 1-8)


LA MAYOR HERENCIA DE JESUS.

El relato de este evangelio es parte de la despedida de Jesús, son sus últimas enseñanzas, su testamento personal, la herencia mayor que nos puede ofrecer.

Es la noche de la Ultima Cena, noche solemne, íntima pero a la vez tensa y dramática antes de su entrega a sus verdugos.

En ese contexto presenta la parábola de la vid y de los sarmientos.  ¿Por qué un tema tan campesino, tan básico y simple? ¿Por qué no una alegoría sobre el universo, las estrellas, los sistemas de gobierno universal?

Porque Dios es simple, primeramente, y habla en lenguaje y figuras que nos son cercanas.

El tema de la viña es esencialmente cultural y bíblico, especialmente para el pueblo Israelita, quienes ven en las viñas uno de sus  cultivos esenciales. 

EL REGALO DE LA UNIVERSIDALIDAD DE JESUCRISTO.

Hasta antes de que Jesús hablara de la viña,  la viña representaba a Israel y Dios era su viñador, imagen presente en variados textos del antiguo testamento en boca de salmistas y profetas que narraban alegóricamente la relación de Dios con su pueblo.

En este relato maravilloso Jesús plenifica la lectura de la relación de la viña con el pueblo, ahora EL es la vid, la única y verdadera. Ahora los sarmientos son sus seguidores, sus discípulos-misioneros. Ahora Dios es el gran viñador de esta cepa en que ha sido visitada y habitada por su Hijo.

En todo hay un gran cambio radical: la Viña ya no será solamente Israel, sino ahora es universal, se llena de brotes en toda la humanidad, el Nuevo Testamento se plenifica con las nuevas palabras de Jesucristo. Para Jesucristo Israel no basta, la Iglesia no basta, sobrepasa todos los márgenes, toda ideología, todo grupo, toda raza y nación... es el amor que no soporta estar envasado y quiere correr por las calles.

 

UNIDAD DESDE LA IDENTIDAD PERSONAL.

UNIDAD DESDE LA IDENTIDAD PERSONAL.

 

¿Donde comienza la rama y donde el árbol? ¿Donde el aire deja de serlo y pasa a ser  viento, brisa, torbellino?

“Cuestión de límites”, podría indicar un agrimensor , cosa de “identidad personal”, podría ser el juicio de un sicólogo... “consecuencia de la comunión”, podríamos agregar reflexionando.

La comunión derriba las fronteras, las desconfianzas, los límites.

Ella permite  entender que un árbol, sólo existe en la medida en que se mantenga una total unidad de sus partes,  que por cierto son distintas.

Si talamos el árbol y dividimos sus partes podremos obtener : Hojas, madera, resina... ellas por sí solas no son un árbol, lo serán gracias a la integración, equilibrio y complementación de sus partes.

Existen miembros diferentes, con roles diferentes... pero cada uno tiene la conciencia clara de formar parte de algo grande... ellos en comunión forman el árbol. Es todo el árbol que se hace hoja, tronco, rama, raíz, fruto, semilla.

La clave: mantén tu individualidad en el encuentro, mantén lo que te da identidad, lo que te hace ser tú y no otro... gracias a esa diferencia puedes complementarte con  quienes convives diariamente. Pero junto con esto busca y trabaja por la comunión, por el encuentro y crecimiento con otros.

 

Dios, la mujer y el hombre en comunión.  Ser uno con Dios.

 

La relación que el hombre y la mujer establecen con Dios llega a su plenitud, en la comunión. Una común-unión entre dos diferentes que se acercan, rompen fronteras, asumen las diferencias para lograr que dos sean uno, sin dejar de ser cada uno diferente.

¿Acaso puede el hombre ponerse ante Dios y analizar su vida y decir: aquí actuó Dios y aquí actué yo? ¿Podrá el creyente separar la acción de Dios en su vida?

Es precisamente   en la comunión entre Dios y el Hombre en donde surge una “Sociedad eterna ilimitada” en la cual ambos son responsablemente solidarios y co- autores.

Se nos ha dicho que Dios  inspira y que el hombre escribe el verso; que Dios da la semilla y el hombre fecunda la tierra con ella. Se nos ha dicho que el trabajo del hombre culmina la obra creadora de Dios.

ENTREGARSE AL ARRULLO DE DIOS.

ENTREGARSE AL ARRULLO DE DIOS.

 

Dios no es un Padre común, es especial por cierto, al punto que hace cosas que no necesita hacer. Lo hace por nosotros, Dios es la gallina que nos protege bajos sus alas, es el canto suave que la madre usa para hacer dormir a su hijo, es la voz del enamorado que cautiva con sus arrullos a la enamorada.

 

¿Hay cosa más exquisita que quedarse en los brazos del que nos quiere? Ese acto da plenitud a la existencia humana, ya que nos hace experienciar, que Dios está, que hemos visto su rostro y que nos imprime toda la vida que recorre nuestro ser.

 

“Yo soy la vid y Ustedes los sarmientos”, -nos dice Jesús-

Tú eres el árbol, nosotros las ramas...

¿Pero donde termina el árbol y donde empiezan las ramas?

¿Acaso los sarmientos no forman también la vid?

¿No es la misma y la única savia la que circula por la vid y los sarmientos?

¿No es el mismo ardor de fruto y primavera que recorre al árbol y a las ramas,

a las hojas y a los frutos?

 

Dios no es un Padre común, al punto que inventó el arrullo, ese susurro, entre canto y cariño que los padres dan a sus hijos. Muchas veces son simples sonidos que desean expresar cuánto quieren al hijo que tienen en sus brazos.

Dios nos arrulla en su abrazo, nos arrulla también en el abrazo de los amigos, en una tarde tranquila, en pisar el pasto como niños, en un buen baño, en un grato paseo, en la contemplación de un paisaje. En una tarde de conversa y de copas con amigos, en una película bonita, en una lectura gratificante, en una hora frente al Santísimo, en el silencio del que no sabe como expresar su amor a este Dios que nos arrulla con tanta cosa simple y cotidiana.

 

Dios Padre que arrulla, es la vid que traspasa toda la fuerza de su savia a los brotes, al renuevo, a los sarmientos. Somos una creación llena en plenitud del amor de Dios, no hay espacio en donde no esté presente.

PERO ESTAMOS CANSADOS SEÑOR.

PERO ESTAMOS CANSADOS SEÑOR.

 

 “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.”

¿Se ha fijado en los buses, en el metro la cantidad de personas con mochilas?

Muchas se notan pesadas, cansan, agotan a quien las porta.

A veces vamos igual por la vida... pesados de equipajes...

Llevamos una pesada mochila con muchas cosas pesadas:

Recuerdos malos, dolores, despedidas, pérdidas,

rechazos, olvidos, rencores, rabias no expresadas.

Vamos cansados por la vida Señor.

Con sus luchas, exigencias, torpezas,

con la fragilidad humana a cuestas.

Tenemos pocos sitios para descansar

y quitarnos el peso de la mochila.

Tú eres el único que me recibe en plenitud,

cuando creo que la fatiga me hará caer,

cuando el cansancio me desborda,

cuando no puedo saltar la muralla.

Soy como tus discípulos que al llegar por la tarde

tienen sus redes vacías y hambre en el corazón... todo había sido en vano...

Sin embargo, tu tenías preparado fuego, pan y pescado,

los invitaste a desayunar ... un cocinero maravilloso.

Y sobre todo tenías una mano abierta a su angustia, a mi angustia.

Tú eres mi gran paz y descanso.

El que llena esta sed y vacío,

la sequedad de mi alma.

Tú eres mi roca y estabilidad,

El agua viva que apaga toda sed.

Resuenan en mi tus palabras:

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados,

y yo les aliviaré”...  ¿Qué me cansa hoy Señor? ¿Cuánto de ese cansancio es simplemente una piedra, que debo dejar, tirar, olvidar? ¿Tengo vivencialmente presente que eres el Dios de mi Vida?


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