Lo invito a un ejercicio.
¿Sabe usted cuál es la tecla menos usada del control de la televisión o el cable? … efectivamente, la del apagado, permanece limpia, clara en sus dibujos y fuerte ante su poder.
“Yo soy quien tiene el control en esta casa” –dirá esta autoritaria tecla –
“A mí nadie me toca, me manosea,
ni me viene a apretar ni amasar en forma desesperada porque no funciona …
simplemente yo soy intocable, doy poder, hago que funcione, pero yo no trabajo…
Mi tarea es vigilar y controlar que todas mis teclas funcionen…
¡Esa soy yo, la tecla del encendido y apagado del televisor!”
¿Qué gano si puedo vencer a esta autoritaria tecla?
· El tocar esta tecla y apagar la TV, me despierta del sopor.
· Abre ventanas de mundos no visitados de actividades de ocio,
· Nos libera de poder de esta caja idiota o caja negra.
· Nos vuelve ecológicos, reducimos el consumo de electricidad y nos movemos, hacemos ejercicios, salimos al campo, a la plaza, a caminar.
· Nos vemos obligado a pensar ¿Qué hacemos ahora Dios mío con la TV apagada?
Llenamos el tiempo libre de actos-basuras.
El uso del tiempo libre y la ansiedad que provoca en algunos adultos y niños el tener tiempo pero sin “tener nada que hacer” nos ha llevado a convertir el tiempo libre en un nuevo “trabajo”, tan lleno de actividades y tensionante como el tiempo laboral o escolar.
Los padres tienen mucho que hacer, la casa, la ropa, el arreglo del pelo y la tintura, las visitas al shopping y las ofertas “sólo por hoy”. Inventando viajes snob para poder contar sus aventuras… que nos distinguen como familia de buena clase social.
Los hijos llenos de llamados en el chat que deben responder y de tareas escolares interminables.
Vamos repitiendo el modelo laboral y productivo en la casa, en el tiempo libre… vivimos para el trabajo, para la productividad, para la caza de amigos, para la colección de videos en youtube.
¿Para qué todo esto?
¿Qué sentido tiene pasarse la vida moviéndose, sin pararse nunca a pensar. Cargada de tareas laborales y de ese exceso de actividades habituales. ¿Acaso es esto aprovechar el ocio? ¿Estamos ganando o más bien perdiendo?
¿No será que este exceso de actividades esconde a menudo simplemente miedo?
· A pensar
· A discutir
· A romper la costumbre del “dejarse llevar”.
· A tener que conversar un poco más…
El buen uso del ocio.
El buen ocio nos enseña a usar de mejor forma el tiempo. Nos quita prejuicios como el sindrome del turista, que es la sensación de angustia o desengaño, esa insatisfacción de quienes vuelven de vacaciones, esa sensación de haber perdido tiempo, de no haber ganado nada con este paseo.
Es la mentalidad productiva y enferma que pone como condición del uso del tiempo libre a que sea algo productivo. No es lo mismo decir, el fin de semana vi el partido del Madrid con el Barcelona, dos películas maravillosas… que decir: el fin de semana me dediqué a pensar, a caminar por mi barrio … ¡Uf, pero que aburrido, esta mujer no tiene cable acaso! –pensará quien le escucha-
Pensar, reflexionar, crear, idear cambios.
¿Cómo se podrán cambiar los malos hábitos sino tenemos tiempo para pensar en ellos? Si cada minuto del fin de semana lo tenemos copado en mirar TV, chatear, navegar en páginas idiotas, subir fotos que muestren lo ocupado e importante que soy-
¿Cómo se puede pensar mientras viajo raudo e histérico a la playa, para llegar antes y poder hacer lobbie con un vecino del edificio?
¿Cómo podré reflexionar si vivo pensando en el terror de estar sólo, por tanto debo programar un asado con los amigos o bien tener esas interminables conversaciones por teléfono, para repetir lo mismo que vivió, con los mismos que conversa, en el día de trabajo?
El click mágico y doloroso.
Necesitamos de esa tecla del apagado, el desconector de las actividades locas que me permiten justificar mi tiempo sobre un exceso de actividades y agitación, que me evita pensar y sentir en lo que es realmente importante para mi vida, para nuestra vida.
El ocio personal es el bien mayor del que puedo disponer. El ocio en familia es lo más gratificante que podemos regalar a los otros. El ocio es la mayor inversión en calidad de vida familiar y personal.
Niños aburridos ¿niños ociosos?
No Señor, no nos engañemos. El niño aburrido, al que hay que crearle entretenimiento, que es incapaz de actuar sin la tecla de encendido, no le preocupa el “ocio”, le preocupa el “negocio”: ¿qué hacer? ¿cómo mostrarme ocupado y haciendo algo interesante? ¿Cómo sumar amigos en Facebook? ¿Cómo demostrar que tengo más fotos comentadas por mis “contactos”? ¿Cómo le gano a mi compañero de curso en tener más “posteos”?
El desprestigio del ocio.
Si, efectivamente llamamos “ocioso” a un tipo flojo, impávido frente al trabajo. Hemos desprestigiado la palabra, hemos olvidado que su riqueza viene desde los griegos, los “ociosos” por esencia. Ellos veían en el tiempo de ocio una oportunidad para pensar, reflexionar, filosofar, proyectar. Veían el “ocio”, contrario al “negocio” la negación del ocio, el estar preocupado de “hacer” cosas, por sobre el “ser”. El negocio mata el tiempo del silencio, de la introspección, del pensar bien para actuar mejor, del detenerse como condición del avanzar.
El ocio crea y “produce”.
Es tremendamente “productivo”. Quien se mira, quien reflexiona sobre sus actos, ciertamente estará en condiciones de ordenar de mejor forma sus opciones de vida y la mejoría de ella.
El buen tiempo de ocio en familia, hace de nosotros personas creativas, nos libera espacios para inventar, indagar, mirar los bichitos, usar la lupa y jugar con las hormigas o las hojas secas… ¿Cuánto poeta, pintor, filósofo, escritor, religioso, músico, emprendedor, no surgió gracias al ocio?
El mismo Pablo Neruda, poeta chileno y Premio Nobel de Literatura, llenaría como adulto miles de hojas a partir de recuerdos de una infancia rodeada del ocio y de sus juegos en el bosque, de sus paseos entre locomotoras ancianas, frente al mar buscando hallazgos de naufragios imaginarios, de su “mamadre” (no le gustaba llamarla madrastra) que le hacia platos que abrían su fantasía (de allí la Oda a la Cebolla, Oda al Caldillo de Congrio, etc).
Muchas vocaciones maravillosas surgen a partir del bendito tiempo de ocio… pocas del “negocio”.
¿Tiempo perdido o invertido?
Quienes ven como tiempo perdido el vivir un fin de semana en una casa en el campo o en una playa sin gente, quienes ven perdido un fin de semana sin TV o Internet, sin chateo, sin redes digitales, sin contestar los correos electrónicos … viéndose “obligados” a caminar, a salir tomaditos del brazo, a tener horas para leer y pensar, dibujar y pensar, conversar y pensar, escuchar y pensar … no saben del enorme aprendizaje que están logrando y que a futuro les dará buenos “dividendos” en su vida.
¿Cuáles por ejemplo?
· Desarrollarán su creatividad e imaginación, base para emprender y abrir nuevas rutas.
· Los hijos no re refugiarán en la vieja teoría de la inmovilidad: ¡estoy aburrido!
· Los Padres tendrán tiempo para mirarse, tomar sus manos en silencio y sentir palpitar el corazón del otro.
· Se abrirán al valor y rescate del silencio.
· Podrán disfrutar de la música, del arte que nos muestran las hojas secas.
· La lectura nos abrirá a nuevos mundos, misteriosos, enigmáticos, entusiasmantes.
· La escritura nos ayudará a expresarnos y comunicarnos de mejor forma.
· Podremos desarrollar ideas, proyectos, inventar en familia.
· Mejoraremos nuestra vida, reflexionaremos sobre el COMO estamos viviendo, el PARA QUE me “muevo” o “negocio” tanto con mi tiempo, mis amigos, mi vida.
Gane la batalla.
Sea capaz de demostrarle a la tecla maldita, que usted tiene el control y apague los equipos de música, la TV, el computador u ordenador. Rompa con el clásico fin de semana, revolucione sus horas, invente. Haga la prueba y me cuenta, seguro que gana.
W
Foto: Tomada por el autor de este artículo, Winston H. Elphick D. en la ciudad de la Serena, mirando hacia la península de Coquimbo, IV región de Chile... un hermoso momento de ocio.