Mito de la Ingratitud educativa... uno más del libro 40 Mitos recurrentes en la educación

 

19. Mito de la ingratitud evaluativa

“Un día me PUSIERON un tres; 

pero otro día me SAQUÉ un siete”

 

Es probable que usted, siendo estudiante, haya dicho también estas palabras. Hoy son repetidas por nuestros alumnos, que de alguna manera expresan esta separación entre lo que hace el alumno (sacarse buenas notas) y lo que genera el docente (“poner” malas notas al estudiante).

Lo anterior lo podemos vincular con un tema más amplio: nuestra capacidad para manejar el conflicto y la frustración, tanto de parte del docente como del estudiante.

¿Cómo podemos remediar esta situación? Formando en la responsabilidad por las acciones previas y por la responsabilidad personal en los resultados. No basta hacer una “autopsia” de los malos resultados (análisis de las notas obtenidas, tras el proceso educativo), sino es necesario formar en la responsabilidad por las acciones previas a ese resultado, poner atención en el proceso y no solamente en el post.

Debemos también cambiar el tipo de análisis, no basta con decir ¿Quién se hace cargo de esta nota?, sino más bien ¿Quién toma la responsabilidad por llegar a buenos resultados académicos? Ciertamente aparecerá más de una persona responsable.

Es fundamental trabajar con los estudiantes, el asumir responsabilidades sobre las consecuencias de sus acciones, por ejemplo si decide ir a una fiesta con los amigos, cuando al otro día tiene una evaluación importante ¿Eso no afectará los resultados?

El estudiante debe ser ayudado para que sea crítico en la forma en que usa su tiempo y desarrollar su habilidad para identificar las decisiones críticas en el momento adecuado… ¿Qué debo hacer para lograr el resultado que espero?

Los docentes junto a los padres deben fortalecer la idea y la acción de que el primer responsable de los procesos educativos es el propio estudiante en sus decisiones respecto de su proceso de enseñanza.

Así romperemos varios mitos de la evaluación, entre ellos, que se ha concebido como una “medición” ejercida por el docente,  que el estudiante es un elemento pasivo del sistema evaluativo, que siempre es unidireccional y jerárquica, olvidando otras instancias evaluativas como la autoevaluación y coevaluación.

Este libro le entrega 40 mitos que se viven en la escuela y más de 200 formas de superarlos


Tarea para la casa:

¿Cómo podemos evitar el análisis centrado en el post o en la autopsia del proceso evaluativo?

¿Estamos educando en la responsabilidad por las acciones previas y por la responsabilidad personal en los resultados educativos?

¿Percibo como educador, que una mala evaluación obtenida por el estudiante es también mi mala evaluación?

¿Acojo la crítica hacia mi trabajo o me tensionan los padres o estudiantes que opinan de mi tarea?

¿Qué acciones he realizado para integrar la crítica o evaluación de alumnos, padres y apoderados hacia mi trabajo?

















Mito 18: La mosca silenciosa, del Libro 40 Mitos recurrentes en Educación

 

13. Mito de la mosca silenciosa

“En este curso no vuela ni una mosca, es ordenado y silencioso, 

signo de que está un buen profesor trabajando en él”

 

Desde que aparece la escuela tradicional europea en el siglo XVII, en la burguesía y la modernidad, ha sido definida como la institución social encargada de la educación pública masiva y fuente fundamental de la enseñanza y la información.

Esta escuela definió el rol central, discursivo y expositivo del profesor, con procedimientos verbalistas de un aprendizaje reducido a repetir y memorizar, favoreciendo en el alumno un rol pasivo, silente y dependiente.

Coloquialmente podríamos graficar lo anterior, en una frase: “En esta sala no vuela una mosca”, cuando el trabajo de la sala es en silencio y ordenado en extremo, para algunos ese es el curso ideal.

Es la metodología pasiva de enfoque asignaturista en que se valora el sentido tradicional y conservador del orden de las cosas, donde el profesor tiene el poder, la autoridad, una imagen impositiva, coercitiva y paternalista, demandando silencio, disciplina y obediencia… la escuela tradicional en plenitud.

En ella el rey del aula es el profesor, con un pueblo servil, que son los estudiantes. Uno entrega el saber verbalmente, los otros lo recepcionan lo mejor que puedan, sentados en silencio en sus pupitres en posición bus, tomando apuntes de la pizarra tradicional o digital y sus power point y libros de texto.

Sin embargo, el romper con este mito, nos permitirá descubrir que existe un “desorden controlado”, una “bulla de trabajo”, un “caos direccionado”, con aparente desorganización que son la consecuencia de actividades más cooperativas, de integración, de equipo, de discusión, de cuestionamiento de saberes mal aprendidos y de nuevos saberes descubiertos por el trabajo de los estudiantes.

Muchos profesores están matando está mosca silenciosa, al desencantarse de la metodología pasiva y optar por la algo más bulliciosa,  metodología activa.

Winston Elphick nos entrega su libro 14, centrado en su experiencia educativa

¿Sus beneficios? Mayor motivación, estudiantes más involucrados en buscar soluciones a problemas o situaciones reales, aplican creatividad, discusiones, discernimiento; retienen más, al buscar ellos las respuestas y explicar conceptos; se logra más participación con trabajo en equipo, exposiciones, discusiones.

¿Inconvenientes? Al ser interactivo y creativo el desarrollo de la clase no es lineal, puede tener cambios no previstos; el manejo del tiempo es más complejo, se pueden alargar actividades que provoquen mayor interés y no alcanzar “a ver” todo lo programado; algunos estudiantes prefieren la clase tradicional en que “se entrega más materia”, formar equipos y llegar a conclusiones en el grupo es para ellos perder tiempo.

En la medida en que los alumnos toman práctica en actividades que les involucren, democraticen el aula y el docente resitúe su rol de acompañante, el sistema es menos “caótico” y más maduro educativamente.

 

Tarea para la casa:

¿Tiendo a hacer de mi clase un lugar donde “no vuele una mosca”?

¿Intento realizar actividades en mi curso, que tengan riesgos de ser “caóticas”, pero realmente educativas?

¿Qué “locura” educativa recuerdo haber realizado este año en mi trabajo de profesor?

¿Me hace falta integrar algo de nuevo, de “locura” en mi actividad de profesor?




MITO 16, del libro 40 Mitos recurrentes en la Educación

 

Mito de la extensión

“A mayor tiempo de clases, mejor aprendizaje”

 

Una de las metas de las reformas educacionales de diversos países es incrementar las horas de clases, para asegurar que el alumno reciba la educación de calidad que necesita.

A partir de esto algunos se preguntan: ¿Para qué?, ¿Para más de lo mismo? ¿Existe evidencia que confirme que más horas de clases generan un mejor aprendizaje?

Sergio Martinic, en su artículo “Tiempo escolar, intercambios y exigencia cognitiva en aulas”, FONDECYT PUC 2015, indica que en los países de América Latina, el promedio del tiempo escolar es cercano a 180 días y 800 horas al año:

“En Europa y Estados Unidos el promedio es de 840 horas al año y en el Sudeste Asiático es cercano a las 900 horas. Esta cantidad de tiempo disminuye al considerarse el tiempo real o efectivo de días y horas clases en un año escolar.

En muchos países los días efectivos no son más de 100 días al año y con frecuencia se pierde el 50% o más de las horas asignadas para la enseñanza. Los niños pobres de América Latina tienen poco tiempo de exposición a días y horas de enseñanza sistemática, lo que incide en los bajos resultados de sus aprendizajes.

Como este, existen otros estudios que demuestran poca relación entre el incremento de horas y la mejora educativa. Un ejemplo de esto lo podemos ver en Finlandia y en Corea del Sur, países con mejores resultados en evaluaciones internacionales, pero que, a la vez, imparten menos horas de clase al año que la mayoría de los países de la OCDE. A su vez, España tiene mayor carga horaria de clases que varios países de la UE y, sin embargo, no obtiene los mejores resultados en estas evaluaciones”, culmina Martinic.

Ciertamente que más horas de clases no bastan, se requiere que existan un conjunto de condiciones para el mejoramiento de la calidad.

La extensión de la jornada es uno de ellos... pero ¿para qué sin ofrecer variedad unida a la calidad de la oferta? Por otra parte, tanto profesores como estudiantes suelen demandar más tiempo para alcanzar los objetivos formativos propuestos.

En América Latina las jornadas laborales de los profesores contemplan muy pocas horas de tiempo no lectivo.

Ello afecta las horas dedicadas a la preparación de clases, proyectos de investigación, lectura y trabajo individual, trabajo de equipo con otros profesores, más interacción con los padres, atención de alumnos y familias y reflexión pedagógica con sus pares, entre otras actividades.

En educación no basta con mayor cantidad de horas.

Si damos más horas de clases, también tenemos que otorgar una mejor calidad del tiempo de trabajo de esas horas priorizando nuestras clases, cuidar la secuencia, el orden y la forma de organizar y gestionar el tiempo en las escuelas, mejorando las prácticas de los profesores, haciendo efectivo el tiempo de aula.

¿Más horas? Que permitan ir flexibilizando el  sistema rígido de horas por asignaturas, motivando mejor al alumno, trabajando con más participación de él y sus padres, convencernos de que podemos transformar nuestra escuela, esto sí afecta el logro de mejores aprendizajes, mediante un incremento de horas.

No pocas veces incrementamos el tiempo de clases, pero seguimos haciendo lo mismo o el tiempo de incremento es usado en nuevas tareas burocráticas, con una baja incidencia en la enseñanza directa y la creación de nuevas propuestas para el aprendizaje.

Relacionado con esto son las horas de actividades curriculares de libre elección o talleres en que muchos de ellos son simplemente una extensión de la asignatura madre.

Un buen uso de las extensiones de horario en las escuelas facilita la integración de nuevos espacios educativos, como de los tiempos para talleres, academias,  uso del tiempo libre y de ocio, la incorporación del desarrollo tecnológico y diversas acciones complementarias al aula, acogiendo los intereses de los estudiantes y sus familias.

 

Tarea para la casa:

¿Vivimos en algún grado este mito en nuestro centro educativo?

¿Intentamos innovar en la creatividad y variedad de las actividades docentes?

¿Buscamos entregar más horas y más contenidos, descuidando la interacción entre alumno y profesor?

¿Manda la cobertura curricular, el “pasar la materia” o nos centramos en el aprendizaje de calidad?





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