viernes, 24 de septiembre de 2010

UN JARDINERO... a cincuenta años del Concilio Vaticano II

Angelo Giuseppe Roncalli,  nacido en Sotto il Monte, Italia, el  25 de noviembre de 1881, fallece en  Roma, 3 de junio de 1963, sería elegido Papa, tomando  el nombre de Juan XXIII.


Se pensaba que su paso por el Vaticano sería de bajo perfil,  un Papa anciano que gobernaría un tiempo “tranquilo”, para así luego elegir a su sucesor con mayor tiempo y reflexión… un "Papa de transición", con un pontificado breve y sin movimientos ni sobresaltos.




No fue así… el mundo miraba atónito el 25 de enero de 1959, en la basílica de San Pablo, como este anciano Papa Juan XXIII anunciaba la convocatoria de un Concilio Ecuménico… ¡a solo 99 días de su elección! : “Con un poco de temblor por la emoción, pero al mismo tiempo con una humilde resolución en nuestra determinación, pronunciamos delante de vosotros el nombre de la doble celebración que nos proponemos: un sínodo diocesano para Roma y un concilio ecuménico para la Iglesia universal»   (Ecclesia 926 , 1959, pp. 425-426.).


"El Concilio no era una invención suya: era el instrumento valioso convalidado por la historia de la Iglesia que él conocida bien. El instrumento que le habría consentido interpretar en el surco de la tradición, pero abierto a la actualización, el papel al que había sido llamado; un instrumento que le habría permitido hacer avanzar a la Iglesia en su camino al paso con el mundo, interrogando a todo el episcopado implicado en el ejercicio de la colegialidad en una dilatada reflexión «universal».
Esta idea, no había madurado dentro de él «como el fruto de una prolongada meditación, sino como la flor espontánea de una primavera inesperada». Habría por tanto aplicado a sí mismo aquella regla espiritual bastante familiar «de la absoluta sencillez en acoger las inspiraciones divinas y de una pronta sumisión a las exigencias apostólicas del momento presente».
Era también una opción valerosa, habría podido quedarse tranquilo entre bendiciones y canonizaciones, actividad ordinaria y algún documento, dejando a sus sucesores todos los problemas. En cambio, no. Lo afrontó todo y no por sí solo. Era su sensibilidad,  «Hace falta un Concilio".
(Entrevista al autor del libro «Giovanni XXIII - 
Angelo Giuseppe Roncalli. Una vita nella storia» Ed. Mondadori)


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