sábado, 1 de agosto de 2009

SAMURAIS DEL ROMPIMIENTO Y EL CAMBIO.

Pareciera que el común de la gente asocia la idea de un samurai a un guerrero del antiguo Japón, una élite militar experta en el uso de armas feroces, espadachín experto siempre involucrado en luchas de grupos de poder, en situaciones de ataques imprevistos, breves y arrolladoras.
Pareciera también que en los tiempos que vivimos están surgiendo nuevos samurais, espadachines expertos en decapitar instituciones, fundamentos sociales, valores, diálogos, acuerdos, concertaciones políticas.

Irrumpen mediaticamente, son expertos en utilizar la prensa para lanzar sus ataques imprevistos, utilizan sus redes de sus contactos para diseñar ocultas maquinarias para destruir, por ejemplo, los propios grupos políticos que les permitieron llegar a un escaño sanatorial.

Son los samurais del cambio, brutales guerreros en el ámbito político, económico, religioso, social en general. ¿Cómo es posible que insistan en destruir los partidos políticos que nos han permitido darle gobernabilidad a la vida social? ¿Cómo es posible que un candidato lance su propia campaña, formando un nuevo “referente” o partido político, precisamente vociferando que EL NO ES POLITICO?, parece broma…

Otros samurais del cambio irrumpen contra la Iglesia, ya no es necesario escuchar su voz, ya no interesa escuchar la voz. Si embargo la Iglesia continúa con lo esencial de su mensaje: valorar y respetar en plenitud la vida humana.

También están los samurais que atacan los valores que hasta hoy nos señalaban como un pueblo con fuertes bases fraternales, solidarias… ¿Recuerda a ese empresario que en marzo 2009 defendía la CODICIA como valor esencial para salir de la pobreza y obtener la riqueza? Era el Señor Errázuriz, dueño de Celfin… ¿La codicia como valor y como señal de éxito y desarrollo?

¿Y qué decir de los samurais de la tolerancia? Se tolera todo, menos a quienes tienen una identidad en sus planteamientos. No permiten la discrepancia ante sus planteamientos … todo es relativo y conversable, menos su postulado del reino del subjetivismo, anarquía y tolerancia a ultranza.

¿Recuerda a aquellos Senadores chilenos que sacarían los cambios legales para que la “Pastilla del día después no se reparta en los centros de salud, sino en los colegios? Genial idea que no podía ser discutida, sin pasar a ser señalado como intelorante, fundamentalista, católico recalcitrante.


Si se busca la libertad de pensamiento y opinión, sin juicios críticos, sin el deseo de buscar la verdad; la libertad de opinión, termina siendo anarquía y tolerancia ciega que se abre a todo pensamiento sin discernir si eso atenta o no contra la propia vida y bienestar de las personas.

Aquella revolución cultural, la del mayo francés, también tenía algunas frases que se buscaba convertirlas en normativas sociales: "prohibido prohibir", “hagamos el amor y no la guerra”…

Los revolucionarios de las flores, por los años sesenta, acuñaron una frase famosa: “Por favor no pisen las flores”, hoy tendríamos que repetirla en nuevos tonos: “Por favor no pisen los valores, nuestras instituciones, nuestras raíces culturales”.

La tolerancia llevada a lo absoluto, se convierte en un samurai, cortando cabezas, destronando los hitos que orientaban nuestros caminos y nuestras organizaciones.
Así la tolerancia, se vuelve intolerable; así la apertura al cambio, se convierte en la adopción de patrones externos que se hacen propios, sin ningún juicio crítico ni discernimiento. Sobre esto pueden surgir algunas interrogantes:
• ¿Será que la tolerancia (entendida de esta forma) nos está convirtiendo en los “nuevos malinches”? (aquellos que venden a los nuevos conquistadores sus valores de mayor identidad?)
• ¿Será que la tolerancia a la que nos invitan estos modernos samurais, nos ha llevado a una cobardía, disfrazada de inteligencia globalizada, de persona madura y abierta a los cambios?
• ¿Estamos dispuestos a denunciar aquellas propuestas de estos samurais que nos quitan dignidad y autonomía?
• ¿Qué podemos hacer para trabajar por nuestra insustituible realización humana?
• ¿Qué haremos para que la fe en Jesucristo no pierda su proyección social y el enorme aporte que puede hacer al desarrollo humano, al verse reducida (por estos modernos samurais) a un acto privado, al encuentro con un “amigo imaginario”, a una actitud tribal superada por las culturas “mas evolucionadas”?

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