Señor, Tú tendrás sentido para la vida del hombre y la mujer de hoy,
en la medida que descubramos
el profundo sentido y valor de la vida humana.
Sabemos que Dios nos dejó un bote para llegar a EL,
con dos poderosos e imbatibles remos:
Uno es el autoconcepto y el otro es la autoestima.
El autoconcepto nos permite trabajar la conciencia de sí mismo
y la autoestima nos permite querer lo que somos y hacemos.
Sabiendo quien soy y amando ese descubrimiento
¿cómo no podré extender mis brazos y preguntar por mi creador?
En medio del ruido de la ciudad, de sus luces y distractores,
me invitas Señor a reconocer mi profundo valor de ser humano.
Me pides que busque y descubra en mi geografía interior
todas aquellas semillas y talentos que dejaste para luego cultivarlas
y con ellas trabajar mi identidad y el proyecto que has pensado para mi vida.
Allí, recorriendo mis valles y montañas interiores
allí terminaré encontrando a este Dios que me habita.
En medio de mis noches y trabajos, TU en silencio me habitas,
te agrada quedarte y entrar aún en los rincones más ocultos de mi vida.
Si me busco con sinceridad, paciencia y perseverancia,
terminaré encontrándome y encontrándote en mi propia casa.
Pero si no converso conmigo mismo, no podré dialogar contigo.
Cuando descubra mi rostro verdadero,
el rostro sonriente de Dios se develará plenamente ante mí.