¿Sabes por qué sueño?
Porque siento que primeramente Dios los ha soñado.
En verdad, no son "mis" sueños, son "sus" sueños,
son el enorme deseo de felicidad que Dios ha tenido por mí.
El me ha enseñado que los sueños existen
y que también existe la encarnación de esos sueños...
allí -me dijo- puedes tener algunos problemas.
Es como la semilla, toda ella es un sueño verde, follaje, frutos ...
¿pero si la tierra es mala? ¿si el sol la calcina? ¿Si los pájaros la comen? ....
La encarnación de los sueños cuesta...
Por eso me enseñó también a tener la humildad de aspirar al todo,
aunque a veces la cosecha sea mezquina.
Soñé una familia y aprendí a valorarla como somos,
con nuestras tonteras y alegrías.
Soñé un trabajo misionero, lleno de desafíos,
y la mayor tiempo del día lo paso tras un teclado...
igual amo mi trabajo, con sus debilidades y fortalezas es una ocasión de servicio.
Soñé con una casa rodante,
de norte a sur trabajando con profesores,
Dios me regaló un blog simple, pero rodante entre pueblos y gente.
Soñé con cientos de aventuras adolescentes,
como Francisco, reconstruir la Iglesia,
pero mira, mis temores y mis cómodos gustos
me tienen sentado en mi cómodo sillón, mirando como verdea el parque.
Soñé con un pasión enorme,
capaz de levantar un hogar para cien niños,
sin embargo tengo una hija ... y así y todo a veces me veo ahogado...
Soñé con escribir la palabra, la frase,
el libro que animara a muchos a vivir feliz y apasionadamente,
sin embargo muchas veces veo mis palabras arremolinadas por el viento,
sin llegar a calar los corazones.
Soñé con tantos sueños que aún sueño.
Es la fuerza de Dios que sigue ensemillando la esperanza,
que me sigue llamando a no dejar de remar,
a no dejar el teclado, a fortalecer mi familia,
a seguir rodando entre gente y amigos,
a salir de la comodidad del sofá,
a retomar las ansiedades juveniles de llegar
a la cima misma donde Dios guardaba su corazón.
¿Sabes por qué aún sueño?
Porque Dios enseña a sus hijos
que no estamos para metas enanas,
porque las dificultades las aportamos nosotros
y la vitalidad siempre viene de su Providencia.
Las frustraciones,
mis diversas miserias, la amargura, la soledad,
las perdidas, las separaciones, la nostalgia...
nunca podrán contra un hombre,
contra una mujer que sueña,
porque Dios mismo ya soñó esos sueños...