(vivencias de una operación I)
YO, engrillo
TU, engrillas
EL engrilla
NOSOTROS engrillamos
VOSOTROS engrilláis
NOSOTROS engrillamos
VOSOTROS engrilláis
ELLOS engrillan ....
Este es el verbo que se me vino a mi mente, cuando al entrar a la clínica para operarme, me pusieron este brazalete, con un número y un código de barras... me sentía que estaba siendo engrillado, encadenado a un destino inmediato: retirar algo de mi organismo que sobraba y que podría provocar daño... cirugía, corte...
Me hizo reflexionar este simple brazalete, en aquellos a los que nosotros engrillamos, les colgamos determinados prejuicios, les ponemos un código social y ya nunca más tendrán una oportunidad para demostrar lo que son y no lo que nosotros queremos hacer de ellos... brazalete, códigos sociales, prejuicios, cosificar a la persona, manipular, rotular, estigmatizar... todas acciones que realizamos a diario, muchas veces acostumbrados a engrillar a los otros de acuerdo a nuestras opiniones y sesgos...
Por otra parte pensaba en el fondo de mi operación... retirar unos centímetros que crecieron en el lugar en que no debían estar... sobraban, no eran necesarias esas células, ni ese promontorio... había que extirparlo... no podría decir cuánto tiempo estuvo allí, pero allí se acunó, se silenció y empezó a crecer, a desarrollar células atípicas.
¿La operación cubre otras células atípicas que crecen en mi vida? fue la pregunta que surgió en mi corazón... ¿Cómo extirpar tanto elemento que cargo y que no me ayuda en mi crecimientos? ¿Cómo sacar la rutina, el aburguesamiento, la comodidad, las apariencias, ese gusto por el poder?
¿Con qué bisturí podría extirpar este yo sobredimensionado, deseoso de aplausos y felicitaciones?
Hay tanta célula maligna que crece en nuestras vidas ¿no van ahogando a las honestas, las prudentes, las silentes, las verdaderas, las que aman, las que desean darse en gratuidad?
Si, es verdad, ese día de ingreso a la clínica, me sentí como un engrillado, a todo lo que va anulando lentamente mi verdadero rostro, ese rostro y esa vida deseada por Dios para mi vida... ¿En qué lugarcillo de la plaza dejé mis sueños de niños, mi risa fresca, mis anhelos de justicia, mis ímpetus solidarios?... hoy, a lo lejos, veo a un hombrecillo de cincuenta años, calvo, que entra en esa plaza de mi niñez, a buscar lo que hace tanto he perdido... y a la vez lo veo haciendo otro ejercicio: busca abandonar esas células negativas, cómodas, egoístas, impenetrables que han ido cubriendo su vida ... es un acto de cortar con los viejos vicios, las queridas comodidades, las siempre justificadas excusas para hacer lo que YO quiero, y pocas veces lo que TU quieres...
Al final, este "grillete" cibernético, era la figura de mis propias "entropías", aquellos estados de desorden, de fragilidad, de la diaria incertidumbre y del diario abatimiento, que debemos contrarrestar con la sinergía de la fe, con la comunión con los hermanos que te quieren, te cuidan y rezan por ti.