Es cierto Señor, estamos igual que los 33 mineros enterrados,
sumidos en un profundo derrumbe de nuestra humanidad.
¿Suena a pesimismo?
Es posible, pero nuestra sociedad entera es un encierro y un destierro
para muchos de nuestros hermanos y hermanas.
¿Cuánto tiempo tardaremos en rescatar
al 40% de pobres viviendo en américa latina?
¿Cuándo liberaremos de la oscuridad a los alumnos pobres,
que se educan para obedecer y realizar tareas que otros no harían?
¡Necesitamos urgente una cápsula Fénix!
Una similar a aquella cápsulas enrejadas que subirán
a los 33 mineros chilenos enterrados en la mina.
Las cápsulas tienen un arnés para sujetar al pasajero
y cuentan con micrófono y altavoces para comunicación con el exterior.
Tienen ruedas laterales para apoyarse en el tubo y pesan 250 kg sin carga.
Izarlos desde el fondo de la mina debiera tomar entre 10 y 20 minutos.
¡Eso necesitamos Señor una cápsula Fénix!
Que nos permita subir, trepar, escalar, remontar.
Que nos anime a elevarnos, alzarnos sobre nuestras miserias,
a empinarnos para ver que un mundo mejor es posible.
Necesitamos encaramarnos a un sueño de sociedad más justa,
¡Que nos duelan los pobres, más que analizar sus estadísticas!
¿Y en mi vida privada, me podrían enviar una cápsula Fénix?
¿Podrías ser tu Señor quién me ayude a progresar, mejorar,
a dejar mis derrumbes y lugares oscuros, mis egoísmos y sorderas?
Los 33 mineros vivirán su propia "asunción", la que vivió la Virgen María.
Ella se elevó a los cielos no por sus fuerzas, no por sus méritos,
sino solamente por la gracia y el amor de Dios,
ese amor que se hace servidor, amante, compañero, consuelo.
¡Ese amor es la cápsula Fénix que el mundo pide a Dios!
¡Ese amor es la cápsula Fénix que cada cristiano puede ser para su hermano!
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