A esta gavilla de trigo la conocí al interior de Villarrica, al sur de Chile.
La quedé mirando, me miró y soltó esta enseñanza...
Me dejó mirando el campo largo rato.
Junto a ella también habían otras gavillas,
que sueltas y locas pedían ser fotografiadas:
¡Mira cómo nos movemos y bailamos!
¡Deja de mirar a esa tonta que cabeza gacha se oculta!
Eran unas pobres y tontas gavillas huecas de trigo, vacías de frutos.
Hermosa tu, gavilla humilde y llena de trigo, de semillas y sueños,
que se hace nada, para darlo todo, a todos.
Y en el trabajo, en el directorio, en la escuela
¿Cuántas gavillas huecas nos dan lecciones de todo?
Arrogantes voces gerenciales que no conocen
la enseñanza de la gavilla que multiplicó sus dones
desde la humildad, la fraternidad y el servicio...