sencilla Mamá Catequísta de Andacollo,
en la Región de Coquimbo, en La Serena, Chile.
En su acogedora casa me contó una historia, que la inició con una pregunta:
¿Sabe usted que el Niñito Dios que sostiene la "Chinita"
(nombre que le dan a la Virgen de Andacollo) tiene sus zapatitos gastados?
Claro, es así pues, mire.
El Niñito Dios, se arranca de su Mamá
y sale por las noches a jugar y a correr por Andacollo...
¿Y alguien lo ha visto? -le pregunté dudoso-
¡Como lo van a ver, si el Niñito sale cuando no hay nadie despierto!
Y eso se puede probar con ver sus zapatitos
¡Están gastados por las tierras andacollinas!
Un Niñito Dios que sale por las noches a jugar...
al salir de su casa me llevé esa imagen,
con el tiempo la he retomado y hoy le veo tanto sentido.
¡Qué corazón grande tenía esta Mamá de catequesis,
para imaginar una historia así tan ingenua!
¡Qué fe sencilla y fuerte movía su mirada religiosa!
Un Niñito Dios que sale por las noches a jugar...
que no resiste las ganas de recorrer el pueblo y subirse por los árboles
y colgarse de los balancines y empolvarse y ensuciarse y gastar sus zapatitos...
¡Lindo, ahora ya viejo me emociona esa mirada tierna e ingenua de esta mujer!
Para imaginar una cosa así,
para sentir una cosa así se requiere tener un corazón grande,
se requiere una fe enorme,
se requiere una gran explosión de fe que se relaciona con la vida,
con lo cotidiano, con los juegos, con la tierra, con nuestra tierra,
con los sentimientos, con nuestros sentimientos.
Con el tiempo miro hacia Andacollo y no dejo de pedirle a la "Chinita"
que me comparta esos ojos grandes de esta Mamá Catequista,
para descubrir que es verdad que Dios desgasta sus zapatos por caminar a nuestro lado,
que Dios lastima sus pies por caminar con el pobre y los excluidos,
que ese mismo Dios desgasta sus zapatos por caminar junto a una Iglesia pobre,
avergonzada, señalada, dispuesta a pedir perdón y reconocer sus muchas miserias.
No me cabe duda que Dios camina con nosotros aún cuando no lo vemos,
allí cuando todos duermen, él sale a recorrer nuestros patios.
Dios que nunca duerme, busca quien no duerma...
para compartir nuestros juegos, nuestras escuelas,
nuestras viejas iglesias, para llenarlas de sus pisadas, de sus huellas,
esas huellas que los pobres, los sencillos, los llenos de esperanza nunca,
nunca dejan de ver, de reconocer y de seguir...
con el tiempo yo también he llegado a creer que esos pequeños zapatitos
están desgastados, muy desgastados por la tierra nuestra.