jueves, 9 de abril de 2009

FECUNDIDAD INTERNA DEL SARMIENTO

FECUNDIDAD INTERNA DEL SARMIENTO

El sarmiento es una rama que brota desde la vid, desde su tronco, esta es su esencia y vocación, estar unido plenamente, de otra forma no puede tener vida ni lograr frutos.

Esta es la fecundidad interior a la que nos llama el “viñador”, nos transforma en una parte esencial de su propia vida, nos hace sus brazos capaces de dar frutos.

“Permanecer” en Cristo, vivir en EL, es fundirse con EL. Mantenemos nuestra identidad -el sarmientos se puede señalar como distinto de la vid- pero forma con la vid UNA sola realidad: Una gran parra que reverdece y produce.

De alguna forma este ejercicio de unidad, identidad y comunión, contradice la dinámica de la vida humana: permanecemos en el seno materno hasta nacer, pero debemos dejarlo para poder crecer.

Luego más tarde nos seguiremos diferenciando desde los aspectos sicológicos y físicos de nuestros progenitores… finalmente tenemos que dejarlos y seguir creciendo en otros espacios.

En la vida de fe, es contrariamente a esto, de vital importancia el “permanecer” en el lugar de la unidad entre vid y sarmiento, una forma de vivir en plenitud para el cristiano, es no abandonar la vid que nos da la vida. Ese es el criterio de fecundidad de una vida vinculada en Cristo: “no puedes dar fruto, si no permaneces en mí”. Ese es el criterio de fecundidad de una vida vinculada en Cristo: “no puedes dar fruto, si no permaneces en mí”.

Este tiempo Señor nos invita a evadirnos, a no "permanecer", sino a a pasar por las cosas y la gente. Vivimos tiempos leves, tiempos de descompromisos, tiempos de "paseantes" más que de "habitantes".  Tú eres el Dios que permanece, que le gusta habitar y quedarse, que nos llama para quedarse a alojar en mi casa.

Eres el Dios del pan servido calientito en la mesa ¿por qué te gusta ser nuestro jardinero, nuestro panadero, nuestro cocinero? No deja de emocionarme el relato del evangelio en que recibes con pan, fuego y pescado a los discípulos agotados tras la jornada de trabajo. Te quedaste con ellos, habitaste su angustia, su impotencia por traer las redes vacías.

Nuestros corazones, requieren de tu permanencia Señor, somos huérfanos que golpean puerta tras puerta buscando la mano que les abra... en ocasiones elegimos las puertas incorrectas, pero siempre hay una que nos espera, siempre hay puerta que guarda olorcitos cariñosos, de leña encendida, de té y cedrón , de leche fresca, de pan al rescoldo... esa puerta es la tuya Señor, esas son tus manos que permanecen con y en nosotros.

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