Recuerdo a un amigo que un día me dijo que su vida era “sobrevivir”,
simplemente un “vivir al día”, entre la contingencia, la fatalidad o casualidad,
que no encontraba que su vida era un proyecto por descubrir ni desarrollar.
Con el tiempo logró descubrir lo hermoso de una verdad de fe cristiana:
que no somos hijos del azar, de la experimentación o de la casualidad.
Somos nacidos de un sueño hermoso, grande y eterno.
Dios en sus tardes galácticas va soñando vidas,
y entre enormes estrellas y cosmos que va creando,
va también tallando unos seres paradójicos:
minúsculos e indefensos, pero a la vez únicos y gigantes.
Dios va soñando cada vida humana que nace,
la va tejiendo en la galaxia de un vientre de mujer,
poco a poco esa vida la hace lo más parecida a COMO a EL le gustaría vivir…
así nace cada niña y niño desde el sueño eterno de Dios,
para una vida eterna, con planes eternos.
Al fin Dios sumando sus sueños va creando el adn, los huesos, el espíritu
del único ser que fue capaz de enamorar a su creador.