martes, 29 de septiembre de 2009

VENDIENDO A SU PROPIA MADRE






“Cavallo es capaz de vender a su madre por un poco de poder”
dijo Gustavo Veliz en la campaña presidencial de 1999 en Argentina.
Provocó gran debate ¿por qué, si hoy todo es “vendible” y “negociable”?

Suena repetido a lo mejor, pero el mercado nos está comiendo,
o más bien, nuestras actitudes mercantilistas en la convivencia diaria:

·      Ambientes desconfiados, competitivos y agresivos,
·      publicidad engañosa, ropa de modas ridiculizantes,
·      televisión farandulera, opinólogos ignorantes, noticias morbosas,
·      teleseries, realitys show que no abren la mente del televidente.
·      La economía global favorece el calentamiento y pobreza global,
·      la explotación del hombre por el hombre,
·      un consumismo  y  “marquismo” compulsivo y creciente,
·      la búsqueda de la satisfacción del propio placer a como de lugar,
·      pornografía, tranquilizantes, drogas adictivas, arte vulgarizado…

·      Se sobrevalora el mercado financiero y especulativo,
·      por sobre la creación de fábricas y micro empresas.
·      Nos acostumbrarnos a que todo es desechable y transitorio,
·      la cafetera, las relaciones, el amor, la amistad, la verdad…

La ley de oferta y demanda nos ha condicionado todo:
·      ¿Quiere vulgaridad en la televisión?
·      ¿Quiere profesores que no exijan y que sean muy entretenidos?
·      ¿Quiere sexo adolescente sin relaciones maduras y responsables?
·      ¿Quiere competencia entre unos y otros?
·      ¿Quiere programas dopadores y alienantes?

Todo lo podemos producir para una demanda “exigente” y caprichosa,
no importa lo que pida, todo vale en el mercado si  eso “vende”:
comida que intoxica, productos absurdos, actos banales, sin sentido,
locutores vulgares, valores devaluados, objetos prescindibles…

En este mercado manda lo que el cliente desea comprar,
(entiéndase “cliente” por alumno, televidente, lector)
sin evaluar si eso es prudente, educativo, socialmente responsable.

Juan Pablo II dijo que estábamos viviendo un “capitalismo salvaje”,
por la forma en que convivimos y distribuimos los bienes.
¿Pero cómo se puede humanizar este capitalismo?
¿Con una revolución,  un choque brutal de fuerzas?
¿Con una reforma, un ejercicio gradual de cambio?
¿Con un mayor equilibrio entre mercado y Estado?

Hoy, Señor en medio del torbellino mercantil,
nos llamas a humanizar mirando al extraño como mi hermano,
a vivir evaluando nuestros actos y sus consecuencias.
Nos pides que nos abramos a que no solamente
vale lo cuantificable y negociable,
que la belleza y el amor humanizan
y valen mucho mas que lo “utilitario” de la vida,
que la gratuidad y la donación también existen.


Hoy, Señor mirando las vitrinas y vidrieras del comercio,
me pides que responda una pregunta esencial:
¿En dónde estoy colocando mi empeño,
en lo que “consumo” o en aquello
que realmente me “alimenta”  la vida, los sueños?

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