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A lo mejor lo podríamos llamar, el mensaje para la vida... Porque Jesús no deja de tocar con su palabra, la vida de cada uno. Así, su palabra se hace performativa, es decir una palabra que es capaz de mover a la acción, que es provocativa, que no deja estático, sino que invita a transformar la convivencia, lo cotidiano.
He tenido la alegría de estar en el lugar en que Jesús entregó este mensaje. Allí nos recibe la Iglesia moderna de las Bienaventuranzas, recién construida en el año 1938 por el arquitecto italiano Barluzzi. Es un octógono, ya que son ocho las bienaventuranzas; pero su figura es eterna porque aún nos sigue moviendo las palabras de este nazareno.
Me quedo con una de las ocho bienaventuranzas... Bienaventurados o felices los pobres.... Si dejan de serlo, lo segundo es invento mío, un deseo de unir nuestra fe con el cambio social, con esa vida liberada de las ataduras de la miseria, de la injusticia, a la que Jesús también nos llama.
Desde el monte en que Jesús nos entrega las bienaventuranzas
Un abrazo
Winston