Conocí a Mary, una mujer con una vitalidad regulada por los años.
Exiliada en Cuba el año 1974 ¿por qué no vuelves a Chile? ... simple, tiene a su hijo estudiando en la Universidad y en Chile no le podría costear esos estudios.
Sus ojos y sus manos me hablaban de un doble exilio, desde luego en Chile perdió los vínculos, los amigos, el trabajo... y en Cuba siempre será foránea, por más que intente hablar y actuar como cubana.
Nos invitó a su casa, a tomar once, conversamos, le pregunté sobre sus sueños... volver a la tierra madre. Ciertamente es su idea que la mantiene con fuerzas para seguir por la ruta, tener una casa en el Cajón del Maipo y, pon atención, "comerme una rica cazuela".
Pero Mary, ¿por qué no lo haces?, simple -me dijo-.
He logrado juntar el zapallo, el choclo, ¡hasta la carne! pero me faltan las papas... y una cazuela sin papas ¡no es cazuela! lo tengo todo congelado esperando... ya viene la cazuela.
Vamos a comprar las papas -le dije- su respuesta fue clara: no vas a encontrar. Hace dos meses que no tenemos papas, pero me dijeron que el mes que viene, llegan las papas...
¿Qué decir? Trato de entender el tema, sin ideologizarlo, me cuesta, ¿cómo es posible que no tengan papas por dos meses y cuatro también?
Claro, me explican que el estado cubano debe alimentar a los 11 millones y más de habitantes... no es tarea fácil.
Esa noche me acosté pensando en la cazuela de Mary, en la enormidad de diferencia que tenemos entre nuestra cultura del hartazgo y esta otra de la sobrevivencia ... esta lección no la dejo pasar...
