
Muchos nos acercamos a verlo, algunos pidieron tomarla, la mayoría pedía una foto con el bicho.
Yo le pedí una foto suya junto a su culebra regalona. Aceptó, también hablamos.
Me llamo Efraín, vivo en Matanzas
-me dijo al preguntarle por su nombre.
Es un estudiante cubano de secundaria, equivalente a nuestro tercero medio, en esos días tenían vacaciones de "invierno" (para nosotros un hermoso verano promedio de 28º).
¿Qué haces en la playa con ella?
Ella se llama Ana y la tengo hace más de un año -dijo más bien tímidamente-
¿Cobras por la foto?
No, más bien recibo lo que quieran darme.
¿Y qué pretendes hacer luego de la secundaria?
Me iré a estudiar con internado, ya que mi familia es del campo, donde es imposible estar viajando todos los días.
Según nos contó que sus notas no eran malas... pareciera que le espera un futuro esplendor.
Se tuvo que marchar pronto ya que llegaron los guardias del hotel y elegantemente lo corretearon... al perderse su figura junto a Ana, me quedó su mirada, algo huraña y tímida, como esperando ser visto, valorado. Creo que buscaba algo más que monedas de turistas, también eso, por cierto, pero sus ojos pedían algo más.
Cuando ya no lo veía, pensaba en cuántos vamos por la vida con una culebra en el cuello, llamando a otros para que nos miren, nos valoren, vivan una experiencia cercana con nosotros.
Veo avenidas llenas de Efraínes, solitarios, llamando a sentarse un rato en la arena, diciéndome mírame, conversa un momento conmigo, mientras tanto dejaremos a Ana en su casa descansar un poco... conversemos...