sábado, 15 de noviembre de 2008

SINDROME DEL ATAQUE CERCANO.


A LA ALTURA DE LA DESCONFIANZA.

 




Esta ciudad fue reduciendo el goce de sus jardines y plazas, para  elevar cada vez más el tamaño de sus rejas. No quiso quedarse conforme con una breve separación de los espacios, necesitó de muros y divisiones fuertes. Convocó a todos los ladrillos del mundo y les mostró su mayor pecado:

 

¡Soy desconfiada!

- dijo la ciudad-

no soporto la mirada del vecino,

a cada momento veo que en sus ojos

hay un detector de mis pertenencias y de mi propiedad.

 

¡Eso es  un ataque presunto!

-contestaron millones de ladrillos-

puede ser una intuición genial, que te está llamando a tomar medidas de seguridad y protección...

-concluyeron interesadamente los ladrillos princesa y los fiscales-

 

¡Es la invasión virtual, la de los temores inventados!

-dijeron los ingenieros y sus computadores!

 

De allí surgió un pacto para toda la vida.

 

La ciudad aportaba la duda, el temor, la inseguridad.

Los ladrillos la altura, la división, la frontera.

Lentamente cada vecino se encargó de acrecentar sus temores.

 

La pandereta se transformó en pared y la pared pasó a ser un  muro fuerte, infranqueable.

Era el síndrome del ataque presunto, más grave tal vez que un acto de violencia concreto.

 

La misma intuición corrió por todas las calles, existía un acuerdo tácito para elevar las divisiones. Un Alcalde llamó a los vecinos a que cerraran sus pasajes ¿Para qué dejar a intrusos pasear por frente a su casa? ¡Ustedes tiene derecho a encerrarse en sí mismos, ustedes pueden alejar a los intrusos en las condiciones que lo deseen!

 

¿CÓMO SE EXPRESA EL SINDROME DEL ATAQUE CERCANO?

 

La intuición del ataque cercano es más grave que la del asalto en concreto, lo es por que ella nos cierra toda posibilidad que creer en los cercanos.

 

Todos son sospechosos de culpa, todos son probables ofensores de las buenas costumbres, todos son atacantes en potencia... ¿y cómo me puedo defender de todos? ¿Cómo en esta sicosis colectiva, puede distinguir la mano que me acoge, de la garra que me ataca?

 

En esta ciudad de la desconfianza, crecieron mis sueños y mis trabajos por llegar a metas exigentes, productivas, a correr en vez de caminar. En medio de estas tensiones levanté mi carpa y me quedé en la gran ciudad, con grandes exigencias y ansiedades.

 

Tal vez esto tenga que ver con mi visita al médico el mes pasado: ¡Stress! fue el diagnóstico del señor de blanco, sentenciándome a una pena blanda: unos días de licencia, si no terminarás con los cables pelados - fue su frase dicha con voz de un dictador paternalista.

 

He empezado a formar parte del 35% de santiaguinos que tienen un nivel de stress, tensión, ansiedad, depresión, debilitamiento de las ganas de vivir.

 

No es sólo una estadística, es una realidad que nos afecta la convivencia de cada día, en el metro, en el bus, en el supermercado… somos un conjunto de personas que nos miramos y tememos hablarnos, tememos recibir una consulta de un desconocido… la desconfianza rompe grupos, familias, comunidades enteras ¿cómo podremos superarla en el día un poquito, partiendo por lo más cercanos?

 

 

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